Nació después de la guerra, en tiempos de pobreza, e integra a la comunidad
Todos los años se celebra en una escuela de primaria en la prefectura de Yamagata un festival deportivo que gira en torno a la calabaza. Este singular undokai nació en 1948, apenas tres años después del fin de la II Guerra Mundial, para animar a los niños en tiempos de pobreza y dolor.
¿Y por qué calabazas? El diario Asahi Shimbun cuenta que en aquella época ni siquiera había suficientes lápices y cuadernos. ¿Qué premios se podría dar a los niños entonces? El entonces director de la escuela, Junzo Shibuya, sugirió: «Puede ser cualquier cosa. Al menos tenemos calabazas».
La sugerencia prendió y arraigó. Los hogares de la zona decidieron donar calabazas para el undokai, que desde entonces se celebra ininterrumpidamente. Ya van 69 ediciones.
Todos ganan. La escuela, naturalmente, porque el evento es posible gracias a la donación de los habitantes de la comunidad, y estos, porque al contribuir se sienten parte de la celebración del undokai.
Akio Ando, exdirector de la escuela, recuerda con orgullo aquella vez, en la década de 1950, que regresó a su casa con una calabaza por haber quedado en segundo puesto en una carrera.
En aquellos tiempos, en que comer un segundo plato de arroz era un lujo, en casi todos los hogares de la zona se cultivaban calabazas.
Ando sigue ligado a la escuela e incluso ha participado en la carrera de tres generaciones, con su hijo Yoshihito, que también estudió en ella, y su padre Hachiro.
Los tiempos han cambiado. Antaño, había tantos niños que solo recibían calabazas los tres primeros de cada competencia. Ahora, en un país cuya población declina año a año, con menos niños, todos se llevan una calabaza a casa.
Koji Sato, vicedirector de la escuela, resume el espíritu que impulsa el evento: «Esperamos que la gente llegue a entender cuán valiosa es la comida”.
Por su parte, el director, Tsutomu Makino, destaca que el undokai es una oportunidad para que la comunidad y la escuela participen en una actividad de integración. Hasta las familias sin hijos donan calabazas.
Para el festival de este año se juntaron unas 600 calabazas, además de melones y manzanas, entre otros cultivos.
Uno de los ganadores del último undokai, que se celebró el domingo, fue Hyuga Hori, un niño de 6 años que recibió como premio una calabaza más grande que su cabeza. «Es muy pesada. Estoy contento de haber ganado el primer lugar», dijo.
Las calabazas no se usan solo como premio, sino para casi todo, incluso como relevos en carreras de postas de tres generaciones. Nanako Abe, una estudiante de sexto grado de 11 años, participó en esta competición con su padre Hirotaka de 49 y su abuelo Katsuo de 76. La niña expresó su alegría de correr junto a su papá y su abuelo, pues era su último undokai. Un bonito recuerdo de infancia que atesorará cuando sea adulta. (International Press)
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