¿Existe una angustia feliz…? ¿Es posible tal contrasentido…? El psicoanálisis quizá no tenga una respuesta científica y concreta. El fútbol, ese maremágnum de emociones, ese gran revoltijo de sonrisa y llanto, de amargura y dicha, de gritos y silencios, ofrece una respuesta, no académica, por cierto: sí, existe la angustia feliz: ¡son los penales…! El maravilloso, el casi insoportable tormento de la serie de penales nos pone los pelos de punta, pero es una excitación en la que abrigamos la secreta esperanza de un futuro mejor (pasar a la siguiente ronda). Y si tenemos a Ospina, pues, es un sufrimiento hermoso, que vale la pena sufrir.
Tal vez a nadie se le ocurriría volar hacia su izquierda y dejar su pierna derecha estirada. Por si las moscas, no sea cosa que… A Ospina, el extraordinario arquero colombiano, se le ocurrió, o le salió por acto reflejo, quién sabe… Con ese pie detuvo el remate de Trauco, que ya se estaba relamiendo, y ahí empezó Colombia a trepar el alambre que separa los cuartos de final de la semifinal. Luego el peruano Cueva sacó el balón de Nueva Jersey y entonces sí, ya Pekerman y sus muchachos estaban del otro lado de la frontera. Pero todo empezó con ese mágico pie derecho de Ospina que determinó que Colombia está para pelear el título. ¿Sí… está para pelear el título…? Una pregunta interesante. Por lo pronto, Colombia dejó atrás a Perú y es semifinalista.
El dramatismo de los penales, tan encantador, sirve entre otras cosas para ganarle a un rival al que no le pudimos ganar. Para que se hable de un partido que no merece ser hablado. Para que 79.194 personas que pagaron entre 230 y 600 dólares se vayan felices de la vida de haber estado ahí aunque no vieron casi nada de juego. El fútbol es el único espectáculo que ofrece a Frank Sinatra, cobra 500 dólares y después canta Johny Mengano, que es malísimo, pero uno se va contento igual. Y guarda el boleto como una reliquia, y mañana se lo cuenta a sus hijos, y pasado a sus nietos… “Yo estuve ahí, el estadio estaba repleto, fue sensacional…” Porque el tiempo da licencia para la fantasía.
El 0-0 final lo fue sugiriendo el primer tiempo, en el que casi no se jugó. Se chocaban, se golpeaban, se caían. Renato Tapia debe tener un buen seguro social, lo atendieron en el piso cuatro o cinco veces. Pero terminó entero. Y hasta pateó un penal (y lo metió). No se vio un gran espectáculo porque Perú propuso un fútbol férreo, físico, de enorme presión y concentración mental para cubrir los espacios y los movimientos de Colombia. Y estuvo casi perfecto. Apenas falló en una escalada de James por el medio en el minuto 21, en el que lo dejaron venir, lo dejaron venir y el crack, aún sin perfil para su zurda de oro, metió un derechazo que sacudió el palo del excelente Pedro Gallese y le cayó a Bacca, que en el apuro por anticipar, no le dio bien de zurda y casi mata un fotógrafo. Fue lo mejor -y lo único- de Colombia en ataque.
El peruano Óscar Vílchez, monumental ante Colombia, con marca, garra, espíritu, criterio, pase preciso. No aflojó nunca. ¡Qué pena que tenga 30 años…! ¿Cómo no lo vieron antes…?
Perú hizo el partido que podía hacer. Nombre por nombre es menos que Colombia casi en los once puestos (excepto Paolo Guerrero) y debía jugarlo con inteligencia, con la cabeza fría, el corazón caliente y la pierna firme. Eso hizo. Esta es otra de las maravillas del fútbol: que un equipo técnicamente inferior logre neutralizar a un rival superior y generarle problemas. Si los once de Colombia se cotizan en 150 millones de dólares, los de Perú apenas llegan a 30. Pero, como siempre decimos, hay tres elementos que no tienen que ver con el presupuesto: la actitud, la preparación y la táctica. Eso puede igualar muchas otras virtudes adversarias.
Y cuando el reloj marcaba los 91’ 35”, casi lo gana Perú. Cobró Cueva un tiro de esquina con un centro precioso, de esos que vienen doblando y llueven sobre el área, y fue conectado por Christian Ramos con un rotundo cabezazo. Era gol… Era, no fue porque estaba Ospina que tuvo una reacción felina y la sacó por sobre el travesaño. Esa fue, también, la única chance peruana en la noche.
Ospina no es un arquero, es un superhéroe. Algo notable. ¿Tenrá Colombia una idea certera de todo lo que le ha hecho ganar en estos años…? Es uno de los tres mejores arqueros que este cronista vio junto a Iker Casillas y Ubaldo Fillol, haciendo abstracción de estilos. Es decir, los más notables evitadores de goles, que esa es la función básica del guardameta. Iker y el Pato, ahora David, tienen un denominador común: en esas jugadas en que solemos decir “el arquero no tenía nada que hacer”, ellos sí tienen algo más que hacer.
Tanta alabanza al portero encierra, también, una crítica subterránea al equipo: si necesitamos a Superman atrás es porque los uniformados de adelante fallan en algo. No están combatiendo el mal. Porque más allá del fragor y la aplicación de Perú en su libreto, Colombia volvió a caer en un bache de juego. Eso borra sonrisas, pues el juego determina el futuro. Sin ir muy lejos, el juego del viernes permite aventurar que Perú parece ingresar a un mejor porvenir. Pareció un equipo serio, combativo, bien plantado y preparado. Son señales que no entregan los resultados sino el desempeño en cancha.
Debe sentirse orgulloso el hincha peruano: este equipo lo representa. Venció a Haití, como ordenaba la tradición; se le plantó a Brasil mano a mano, hizo un primer tiempo fantástico ante Ecuador (ojo, el puntero de la Eliminatoria) y un partidón completo con Colombia. Le faltó sin duda un poco más de juego en el medio que le hubiese proporcionado mayor volumen de ataque. Si entraba ese cabezazo de Christian Ramos hoy había fiesta popular. Si bien le falta brillo y alguna individualidad que le dé más fútbol en el medio para, a su vez tener más llegada, el esqueleto y la idea están.
Perú, hoy, no puede salir a cambiar ataque por ataque con cualquiera, primero debe desarrollar un patrón (este que se vio ante Colombia), afianzarse dentro de él, ir incorporando individualidades que lo enriquezcan y hacerse cada vez más fuerte. Y generar una mística nueva en torno a la Selección. La mística de que a Perú es difícil vencerlo. De que es un equipo bravo, duro. Luego deberá agregarle variantes, sobre todo ofensivas. Pero este es el embrión. Bien por Gareca en romper ataduras con nombres que hilvanaron fracaso tras fracaso. Es la hora de Gallese (arquerazo), de Cueva, de Édison Flores, de Corzo, de Trauco, de Tapia, de Polo, de Benavente, pero sobre todo de Óscar Vílchez, monumental ante Colombia, con marca, garra, espíritu, criterio, pase preciso. No aflojó nunca. ¡Qué pena que tenga 30 años…! ¿Cómo no lo vieron antes…? Él debería ser el abanderado en adelante. Da el ejemplo con su entrega.
Bien, Perú, nos regaló una sonrisa. Este es el camino.
(*) Columnista de International Press desde 2002. Ex jefe de redacción de la revista El Gráfico.
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