Ariana Miyamoto se reafirma en su misión
Ariana Miyamoto estaba preparada para las críticas que llegaron cuando fue coronada Miss Japón en marzo. Sabía que los racistas dirían que ella, hija de padre afroestadounidense y madre japonesa, no merece representar a Japón debido al color de su piel.
Los ataques eran y son el precio que tiene pagar para cumplir el objetivo que se propuso al participar en el certamen de belleza: arrojar luz sobre la discriminación que sufren los hafu como ella solo por tener una fisonomía diferente de la estándar en Japón.
“Me esperaba esas críticas. Estoy decidida a actuar para eliminar los prejuicios contra los hafu», declara la reina de belleza de 21 años a Asahi Shimbun.
En su escuela en la ciudad de Sasebo, Nagasaki, donde nació y se crio, algunos rehuían tener contacto con ella. Una vez un niño le dijo que ella podía “contagiarle” el color de su piel, mientras que otros le tiraban basura.
Afortunadamente, su madre siempre estaba con ella para levantarle el ánimo cuando se venía abajo.
«(Tu color de la piel) es diferente porque todo el mundo es diferente. Tu color de piel es hermoso, deberías tener confianza en ti misma», le decía su mamá.
Sin embargo, discriminada y considerada como extranjera por muchos japoneses, Ariana se replegó en sí misma.
Japón la asfixiaba cada vez más, así que decidió mudarse al país de su padre tras culminar la secundaria.
En Estados Unidos descubrió que las personas viven sus propias vidas sin juzgar a los demás, y que es una sociedad que acepta las diferencias.
Le hizo bien Estados Unidos. Ariana retornó a Japón dos años después con otra disposición anímica, más en paz con su país y, posteriormente, sintiéndose a gusto con su identidad japonesa.
Trabajó como modelo y mesera, hasta que le propusieron concursar en Miss Japón. Su primera reacción fue negativa.
«Pensaba que era menos probable que yo ganara porque soy hafu», recuerda en la entrevista que concede a Asahi.
Una tragedia le hizo mudar de opinión. En la primavera del año pasado, una amistad hafu se quitó la vida. Aunque compartían sus problemas de identidad, recién con el suicidio fue plenamente consciente de la gravedad de su situación.
Tenía que hacer algo y decidió inscribirse en el concurso. Este sería su tribuna para hablar sobre la situación de los japoneses birraciales que pese a haber nacido y sido criados en Japón son rechazados.
«Espero que mi decisión de ser el foco de atención dé valor a las personas con experiencias similares a las mías”, dice.
Sí, ha sido víctima de críticas, pero también consiguió su objetivo: que se hable de los hafu. (International Press)