Esta danza tradicional se convertido en un poderoso transmisor de identidad cultural.
¿Por qué será que la mirada de la madre se torna tan atractiva cuando observa a su hijo bailando la marinera norteña y qué magia se despliega cuando la niña, que hasta hace poco se mostraba tímida y cohibida, se transforma en una reina que se mueve con tanto garbo y singular encanto al ritmo de la música?.
Habiendo participado en grupos de niños y adolescentes en Japón, he podido observar que las actividades que más agarre tuvieron entre los miembros son las dedicadas a las danzas, ya sean modernas o folclóricas.
Demás está decir que el baile es el imán ideal para los jóvenes, cada uno de nosotros lo hemos vivido en propia experiencia. Cuando se trata de bailar, podemos compartir ese placer, esa euforia, ese encanto que nos aporta la música independiente de la edad. Es una herencia cultural que podemos transmitir con seguridad y orgullo.
Los chicos, especialmente en la adolescencia, no se mostrarán prestos a escuchar lo que les hablemos sobre la historia o tradiciones culturales, pero no así cuando se trata de bailar.
El prestigioso psicólogo Jean Phinney (1989) indica que hay tres etapas en el desarrollo de la identidad étnica-cultural: la identidad cultural no examinada, la búsqueda y la identidad cultural adquirida.
Tras el proceso de búsqueda se llega a una etapa en que están conscientes de que son miembros de su grupo cultural. Phinney, afirma que este desarrollo empieza en la adolescencia.
los jóvenes que tiene la identidad cultural ya desarrollada se sienten más competentes tanto en sus relaciones humanas…
El contacto con las danzas tradicionales, como ocurre con los chicos peruanos que bailan la marinera norteña, es entonces uno de los primeros pasos para el desarrollo de la identidad cultural que otorga la oportunidad para pensar en el origen de esa música, en su historia, en el país que es la cuna de este ritmo, de esa armonía y de esa vestimenta.
Que los padres transmitan esta herencia cultural es una responsabilidad y un privilegio porque tan solo teniendo estas raíces se puede enseñar conocimiento auténtico.
Al llegar a la etapa de la «identidad cultural adquirida» los chicos se sentirán cómodos tanto estando entre personas de su misma cultura como con quienes son del país en donde viven.
Además, los estudios de la investigadora Dina Maramba (2012) nos indican que los jóvenes que tiene la identidad cultural ya desarrollada se sienten más competentes tanto en sus relaciones humanas como en sus estudios.
Con estos resultados, vemos la importancia de fomentar la cultura de nuestros países entre nuestros hijos y el medio más factible, práctico y atractivo es a través de la música y el baile.
A seguir adelante en esta actividad que se ha convertido en una de las acciones más positivas para el presente y futuro de nuestros hijos.
(*) Psicóloga clínica radicada en Japón. Contacte con ella llamando al 090-2245-4021 o por correo electrónico: consultas@hotmail.co.jp
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