Las heridas no cicatrizan 70 años después del fin de la guerra
Paloma Almoguera y Andrés Sánchez Braun / EFE
La construcción o puesta en servicio de nuevos buques militares por parte de China y Japón, en medio de rivalidades territoriales, muestran que las heridas de la II Guerra Mundial no han cicatrizado mientras este año se cumplen 70 años del fin de la contienda.
«Al rechazar reconocer los hechos, Japón pone en peligro la estabilidad regional y falla a la hora de inspirar confianza en sus vecinos asiáticos», aseguró Hua Chunying, portavoz del Ministerio de Exteriores chino, en una rueda de prensa en Pekín.
Siguiendo la línea habitual del Gobierno chino de criticar la actitud de Tokio sobre la II Guerra Mundial, Hua contestaba así a la puesta en servicio por parte de la Marina nipona del «Izumo», un avanzando buque portahelicópteros.
«Japón insiste en intentar aligerar su pasado bélico», subrayaba Hua, mientras el diario oficial chino Global Times daba un paso más allá y aseguraba que el buque (denominado oficialmente «destructor portahelicópteros» por Tokio) «es, de facto, un portaaviones», algo que en principio impide la Constitución pacifista nipona.
Pero si China critica a Japón por encubrir, supuestamente, la verdadera capacidad del «Izumo», en su caso protege con extremo recelo los planes de modernizar sus fuerzas armadas, en especial su flota con más portaaviones y buques antisubmarinos.
A comienzos de mes, el Diario del Pueblo, órgano del Partido Comunista chino (PCCh), se hizo eco por primera vez de la construcción del segundo portaaviones, pese a ser un secreto a voces desde hace tiempo y a que, según analistas de defensa, es sólo uno de los varios que se estarían construyendo.
«(El nuevo armamento) no es para frenar a Japón. Tokio siempre nos imagina como un enemigo», dice a Efe Wang Dong, profesor de la Universidad de Pekín y experto en las relaciones entre ambos países.
Wang defiende también que el incremento del presupuesto de defensa en China, de un 10,1 por ciento este año (unos 144.200 millones de dólares), «responde sólo a las necesidades del país, no va en contra de nadie», y que, en proporción al PIB (con un crecimiento del 7,4% en 2014), «es un aumento muy normal».
Japón, obviamente, no considera lo mismo. El gobierno del primer ministro, Shinzo Abe, pidió a China que fuera «más transparente» sobre su gasto en defensa, que la potencia asiática reparte en varias partidas presupuestarias y que se calcula que en realidad es mucho mayor de lo anunciado oficialmente.
Poco antes, China recomendó a Japón que «analizara la Historia», a raíz de que el ejecutivo nipón aprobara en enero su mayor presupuesto de defensa hasta la fecha.
Parecidas acusaciones y similares objetivos. Mientras Pekín refuerza su flota ante las disputas por islas y aguas territoriales con países vecinos, entre ellos Vietnam, Filipinas y, por supuesto, Japón, así como para contrarrestar la influencia de EEUU en el Pacífico, Tokio ha dejado bien claro sus prioridades operativas.
Entre ellas, la de «asegurar las aguas y el espacio aéreo que rodea el archipiélago nipón» y reforzar su capacidad de respuesta ante «ataques a islas remotas» (en referencia a las Senkaku/Diaoyu, en el Mar de la China Oriental, administradas por Tokio y reclamadas por Pekín), según los documentos de su Ministerio de Defensa.
Para Japón esto implica un incremento progresivo del presupuesto militar, que este año subirá un 2 por ciento hasta la cifra récord de 4,98 billones de yenes (unos 42.000 millones de dólares) y la renovación del equipamiento militar, con ejemplos como el «Izumo», el mayor navío que ha puesto en servicio desde el fin de la guerra y al que le seguirá otro idéntico en 2017.
Los buques vendrán acompañados de una nueva partida de submarinos, unidades anfibias, drones o cazas F-35 incluidos en el plan de defensa a medio plazo del ejecutivo Abe.
A la aprobación de este nuevo programa más impetuoso se suma además la reinterpretación que la actual administración ha querido hacer de la Constitución pacifista, decisión destinada a que Japón tenga un papel más activo en sus operaciones en el exterior y a que pueda defender a sus aliados en caso de ataque.
No obstante, muchos dentro y fuera del país temen que permita el renacimiento de la cultura militarista que llevó a Japón a invadir buena parte de Asia Oriental.
«Siempre estamos alerta sobre la decisiones de Japón», admite Wang.
Pese a todo, el docente vio signos de mejoría en el encuentro entre el presidente chino, Xi Jinping, y Shinzo Abe en Pekín en los márgenes de la cumbre de la APEC en noviembre pasado.
Se trató entonces de un esperanzador acercamiento entre las viejas naciones enfrentadas cuando este año se cumple el 70 aniversario del fin de una de las mayores ignominias de la historia.
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