A Japón y EEUU llegó en la década de 1980
Catalina Guerrero / EFE
Hace 57 años, Michael Bond compraba un osito de peluche que le cambiaría la vida: lo bautizó Paddington y le inspiró un sinfín de aventuras que se publicaron en libros, luego se adaptaron a la televisión y ahora saltan al cine.
Icono clásico de la cultura británica, el debut de Paddington en la gran pantalla es un éxito en el Reino Unido, donde se estrenó a finales de noviembre, al igual que en Perú, tierra natal del osezno.
Producido por David Heyman y con un reparto encabezado por Nicole Kidman, Hugh Bonneville, Sally Hawkins y Ben Wishaw, que presta su voz y sus gestos a Paddington, el filme llega a España el 6 de enero y a Estados Unidos, el 16.
Un filme que ha «encantado» al «padre» del plantígrado, quien le da «una nota muy alta» a la adaptación que ha hecho de su Paddington el cineasta Paul King.
Siete años de «preocupación» tuvo que soportar Michael Bond (1926) para ver cómo habían tratado a su criatura, de carácter «bienintencionado» pero «torpe», los responsables de la película, a quienes había cedido los derechos tras una larga negociación.
Ahora está «impresionado» por la tecnología usada para dar vida a Paddington y «contento» por ver que se ha respetado la «esencia» y el «humor» de un personaje que creó allá por 1958 y que considera como su «cuarto hijo». Tiene tres nacidos de sus dos matrimonios.
Un «hijo» de «maneras impecables» llegado de la inmigración, ya que este asunto está en el origen de esta saga del osito procedente del «recóndito» Perú y que se inspira en una imagen que a Bond le quedó grabada de la II Guerra Mundial: la llegada de niños judíos a la estación de Reading, al oeste de Londres.
«Ser refugiado es una de las cosas más tristes», mantiene Bond al rememorar a aquellos pequeños que llevaban unos cartelitos con sus nombres colgados del cuello, al igual que el que luce su oso al llegar a la estación londinense de Paddington, donde lo encuentra y «adopta» la familia Brown, casi calcada de la suya propia.
Está seguro de que de haberse encontrado a Paddington, sus padres, que eran «cariñosos» -recuerda ahora Bond en medios británicos con motivo del estreno de la película-, se lo habrían llevado a casa.
Es lo que hizo él en la Navidad de 1956 cuando vio un osito de peluche solo en la estantería de una tienda y, como le dio pena, lo compró y lo regaló a su primera esposa, Brenda, fallecida en 1981.
Bond era entonces camarógrafo de la BBC y ese osito abrió la espita de su creatividad literaria, pues en poco más de una semana había escrito ocho aventuras del plantígrado en el lluvioso Londres.
Pero tendría que esperar dos años, hasta 1958, para publicar «Un oso llamado Paddington», el primero de los libros de una saga traducida a más de 40 idiomas, y que le permitió a Bond dedicarse en exclusiva a la literatura desde 1965, casi una década después de comprar el peluche que le cambiaría la vida.
Con el estreno del filme, la editorial Noguer (Planeta) relanza «Un oso llamado Paddington» y «Nuevas aventuras de Paddington» en español y con las ilustraciones clásicas de Peggy Fortnum.
Se trata de una historia «éticamente impecable y que no ha envejecido pese al paso del tiempo, lo que indica que es muy buena», destaca a Efe la editora Marta Vilagut, que espera que el tirón de la película favorezca que se conozca este personaje que había pasado «sin pena ni gloria» por el «mundo literario en español».
El fenómeno Paddington es global. De los libros saltó a la radio en 1965 y al «merchandising» en la década de los años 70 cuando la británica Shirley Carkson empezó a fabricar peluches, cuyos derechos también lograría una empresa juguetera de Nueva York.
Como serie de televisión apareció en 1975 en la BBC, también como musical y en 1978 abrió la primera tienda Paddington and Friends.
En los 80 prosiguió su internacionalización en Japón y Estados Unidos, con la firma de un contrato con Hanna-Barbera para la producción de una serie de dibujos animados de distribución mundial.
En los 90, Bond fue investido Oficial del Imperio Británico por la reina Isabel II por su contribución a la literatura infantil.
Y en el siglo XXI una estatua de Paddington se inauguró en la estación del mismo nombre de Londres, a la que debe su «bautismo», fue nombrado el personaje favorito de los británicos, abrió su propia página web y, ahora, se estrena en la gran pantalla.
Con su sombrero rojo, su abrigo azul y su sandwich de mermelada, Paddington se encamina a los 60 años sin una arruga. (EFE)