¿Ajetreo? ¿dolor de pies por corretear regalos? ¿calles bellamente iluminadas? ¿árbol de ensueño y asombrosa cena?
Este año aprendí muchas cosa y comprendí otras. Por ahí leí una vez: «lo que tiene valor nace en la maravilla de lo cotidiano».
Navidad es todo el año, en todo momento y no es un decir. Abraza ahora, besa ahora, ama ahora y siempre.
La gente tiene más posibilidades de mantener ese espíritu porque más que nunca es actor y promotor de su propia vida en su propio Face.
La cuestión es que con esto de las redes sociales me he dado cuenta que la gente muestra sin querer la doble vida que lleva. Lo que quieren ser y lo que es. Lo que desea dar y lo que realmente da. No generalizo, pero están olvidando lo esencial y lo humano.
Hagamos la vida más sencilla. Dejemos a nuestros hijos la herencia de la humildad, que es el verdadero espíritu de una Navidad que podemos celebrar todos los días.
Yo que soy agnóstica recojo una enseñanza que es la clave de la Navidad en la que creo. Se nos enseñó José fue carpintero, María fue humilde y que Jesús nació en un pesebre. Una familia sin más ostentación que la humildad, la sencillez y el amor.
Ellos han trascendido en la historia por una forma de vida de se convirtió en religión. Y qué hace la gente ahora. Olvida todo y se empecina en hacer del alarde, la ostentación y el orgullo una religión y una forma de vida.
Por estos días de embiente navideño me he preguntado cuál sería la mejor foto familiar y la mejor mesa. Llegué a la conclusión de que la mejor imagen sería una mesa vacía pero con la presencia de los seres que más queremos, vivos o muertos.
Este es el espíritu de la Navidad.
Felices fiestas gente linda.