Unos 3.000 trabajadores de TEPCO han dejado la empresa desde el tsunami de 2011
Antonio Hermosín / EFE
Cubiertos de pies a cabeza con trajes antirradiación y con un calor asfixiante, miles de trabajadores luchan cada día en la central de Fukushima para desmantelar los reactores y contener los vertidos radiactivos, una tarea de riesgo para la que escasean los candidatos.
La planta de Fukushima Daiichi se ubica en un entorno natural privilegiado, rodeada por montañas y pinares y en primera línea de la costa oriental de Japón, aunque estas instalaciones nucleares distan mucho de ser un lugar de trabajo idílico.
Los operarios manejan maquinaria pesada sobre el lodo y entre estructuras desvencijadas por el terremoto y el tsunami del 11 de marzo de 2011, trabajos que se hacen aún más arduos debido a las medidas excepcionales de seguridad por las altas radiaciones que emanan de los reactores nucleares dañados.
Los trabajadores o cualquier persona que acceda a las instalaciones de Fukushima Daiichi debe franquear hasta tres controles de seguridad ubicados en distintos puntos de la «zona de exclusión» de 20 kilómetros en torno a la planta.
A la entrada del penúltimo de estos controles, un cartel recomienda «beber con frecuencia y consumir suficiente sal» para prevenir la deshidratación y los golpes de calor, quizá los menores peligros que afrontan los trabajadores en esta época del año, cuando las temperaturas pueden superar los 35 grados y la humedad rebasa el 95 %.
El equipamiento obligatorio para los operarios de las instalaciones nucleares incluye un traje antirradiación, máscara de rostro completo, casco, guantes, botas y un dosímetro que mide su exposición a las radiaciones.
Los trabajadores deben llevar sobre todo el cuerpo tres capas de tejidos especiales para protegerse de la radiactividad, lo que no evita que muchos de ellos hayan recibido dosis peligrosas para la salud.
Por estos motivos, los turnos de los obreros que participan actualmente en la construcción del «muro de hielo subterráneo» -la última medida puesta en marcha por la operadora TEPCO para controlar los vertidos al mar de agua radiactiva procedentes de la central – no pueden superar las cinco horas diarias.
El director de la central, Akira Ono, reconoce que mejorar las condiciones y la seguridad de sus empleados «es uno de los grandes desafíos» que afronta Tokyo Electric Power Company (TEPCO), según dijo durante un reciente encuentro con periodistas extranjeros, que fueron invitados a visitar la planta.
TEPCO planea instaurar turnos de trabajo nocturnos para evitar el intenso calor veraniego y estudia métodos para proteger mejor a los operarios ante las emisiones radiactivas, como levantar un tabique de hormigón armado en torno a los reactores o emplear nuevos materiales de protección, explicó Ono.
Pese a estas condiciones de trabajo «extremadamente duras», la planta «no sufre una carencia de trabajadores mayor que otras empresas del área de la construcción», afirmó el director de Fukushima Daiichi.
No obstante, unos 3.000 trabajadores de TEPCO han dejado la empresa desde la catástrofe de marzo de 2011, lo que ha reducido la plantilla total de la empresa a unos 35.700, según la compañía.
Actualmente, 5.000 operarios trabajan en las tareas de desmantelamiento y de control de los vertidos, aunque muchos de ellos lo hacen a través de diversas subcontratas de TEPCO y no pertenecen a su plantilla, lo que dificulta comparar tanto las cifras reales de altas y bajas como las condiciones laborales.
La escasez de trabajadores en el sector de la construcción es un problema generalizado en Japón, un país que roza el pleno empleo y con casi un cuarto de su población mayor de 65 años, y donde los demandantes de empleo suelen preferir puestos mejor remunerados y de menor exigencia física.
En total, unas 30.000 personas han trabajado en el proceso para solventar la crisis nuclear y para desmantelar la planta, de los cuales al menos 170 quedaron expuestas a dosis de radiación que aumentan el riesgo de cáncer, según datos del Ejecutivo nipón, que recomienda chequeos médicos de por vida para la mayoría de estos operarios.
Aún serán necesarios muchos más trabajadores para completar las labores de desmantelamiento de Fukushima Daiichi, que se prolongarán entre 30 y 40 años.