Los amantes de los conejos serían felices visitando la isla de Okunoshima, en la prefectura de Hiroshima, hogar de cientos de estos animales que se desplazan libremente por ella y persiguen a los humanos para pedirles comida.
Durante la Segunda Guerra Mundial –cuenta Japan Daily Press– Okunoshima albergó una fábrica de gas venenoso. ¿Cómo llegaron los conejos a la isla? Se cree que fueron llevados para probar los efectos del tóxico gas.
La guerra acabó, la isla fue abandonada, pero los conejos se quedaron y se reprodujeron.
Otra versión sostiene que en 1971 un grupo de niños hizo un paseo a la isla y dejaron en ellas ocho conejos.
Okunoshima tiene un museo que muestra los perniciosos efectos que el gas venenoso tiene en los seres humanos. En los últimos años se ha abierto un hotel, un campamento y un campo de golf para turistas. (International Press)
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