Tuitero relata experiencia y provoca reacciones encontradas
Ya anocheció, está caminando por la calle y de pronto ve a una niña llorando. Está sola y parece perdida. ¿Qué hace? La respuesta parece obvia: acercarse para ayudarla. Sin embargo, en estos tiempos donde campea la desconfianza la respuesta no es tan sencilla.
Un hecho ocurrido el pasado 7 de enero en Japón muestra que la cuestión reviste cierta complejidad. Alrededor de las 8 p. m. de ese día, un hombre vio en la calle a una niña de 6 o 7 años sola y llorando.
Lo primero que se le ocurrió hacer fue lo que todo el mundo haría en su situación: aproximarse a la pequeña y preguntarle por su situación: ¿Por qué estás sola? ¿Dónde están tus padres? ¿Dónde vives? Sin embargo, lo pensó mejor y decidió no hacerlo. Temió que su gesto pudiera ser malinterpretado. A los niños les enseñan a desconfiar de los extraños. ¿Y si la propia niña o cualquier transeúnte encontraba sospechosa su actitud y lo confundía con un pederasta o algo parecido?
No obstante, tampoco podía dejar a la pequeña abandonada a su suerte, así que eligió un camino intermedio: llamar al 110, el número de emergencia de la policía japonesa. El operador le pidió al hombre que llevara a la niña al puesto policial más próximo.
El hombre se rehusó a hacerlo por el mismo temor que le impidió acercarse a la niña, y pidió que enviaran a un policía cuanto antes para hacerse cargo de ella. Hecho esto, siguió su camino.
El hecho se conoció porque el propio protagonista lo contó por Twitter al día siguiente. Su comportamiento generó reacciones diversas. Mientras unos elogiaron su preocupación por la niña y la cautela con la que se manejó, otros lo tildaron de paranoico y dijeron que debió hacer lo que manda el sentido común: averiguar si la niña está bien y llevarla al puesto policial más próximo.
La historia –relatada por Sankei News– tuvo un final feliz: la policía se comunicó después con el hombre para avisarle de que habían recuperado a la niña, sana y salva. Sin embargo, el tuitero confesó que si volviera a hallarse en una situación similar quizá no llamaría a la policía. “Nunca pensé que el simple hecho de ayudar a un niño que está llorando pudiera ser tan difícil», reconoció.
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