La eterna pelea de madres e hijas. Por Nélida Tanaka

Psicóloga Nélida Tanaka
Psicóloga Nélida Tanaka

¿Por qué las madres y las hijas pelean tanto? Me preguntaba un amigo; tal vez es una incógnita para los hombres, pero las mujeres comprendemos muy bien esta eterna batalla femenina.

No creo que haya una sola razón para estas confrontaciones sino que es algo multifacético. En el nivel más simple, las mujeres somos más expresivas verbalmente por lo que las «peleas» se hacen más visibles, llaman más la atención.


Los choques comienzan generalmente cuando la niña, que siempre miraba con adoración a la madre, empieza a rebelarse y a decir no, con el advenimiento de la adolescencia empieza a asentar su independencia. Es un período muy importante en el desarrollo de una persona porque aquí se forma la identidad y la independencia. En el afán de empujar sus ideas, puede que digan ¡no! a todo, con o sin razón; “la edad de burro” como se la llama.

Con el desarrollo del pensamiento abstracto y crítico, los adultos cercanos, como los padres y los profesores son objeto de la crítica de los adolescentes. Y en el caso de las niñas, la madre es el modelo más cercano de mujer, y también simultáneamente, la persona que es observada con más escrutinio crítico. Esta actitud de rebeldía y crítica por parte de la hija es fuente de conflicto entre ambas, lo cual es natural y las madres tenemos que aprender otro tipo de relación con nuestras hijas.

Las confrontaciones son inevitables pero tambien tenemos que ver que ellas ya no son las pequeñitas que obedecían todas nuestras palabras sino que están creciendo y están desarrollando su propio juicio. Tenemos que aceptar que hayan diferencias, que no siempre vamos a tener las mismas ideas, pero que ésto es parte de la maduración. Como una adolescente me decía, “comprendo que nos peleemos, pero porqué siempre tiene que ser tan inflexible y dura, esto duele tanto…….”


Además, la adolescencia es cuando la hija comienza a resplander de juventud y belleza, es el capullo que se abre para ser una hermosa flor. Por otro lado, la madre se acerca a la menopausia, el espejo muestra la realidad de los años que no pasan sin dejar su huella, su apogeo como mujer va pasando. Esta situación da lugar a rivalidad y celos como mujer, por más que sea difícil de reconocerlo y aceptarlo.

Cuesta aceptar que nosotros vamos envejeciendo mientras que la resplandeciencia de nuestras hijas deslumbra. Esta rivalidad es fuente de conflicto y peleas, las madres necesitamos tiempo y paciencia para aceptar esta realidad. Lo que ayuda en estos instantes es la autoestima basada en lo que logramos hasta ahora como seres humanos, no por el aspecto físico que al final de cuentas, es efímero, sino por los méritos y trabajos logrados; tengamos en cuenta que el haber criado a nuestras hijas es quizas nuestro más grande logro.

Otro factor de conflicto relacionado, es lo que se llama el complejo de Electra en términos psicoanalíticos. Es originalmente la competencia con la madre por la atención del padre. Para una relación familiar sana, es imprescindible que el vínculo entre los padres sea firme y estable para que evitar choques conflictivos.


Finalmente, detrás de todos los roces y peleas que puedan ocurrir con nuestras hijas, tengamos en cuenta que en el fondo, ellas necesitan de nuestra comprensión y cariño para que puedan madurar sanamente, lo mismo que nosotros necesitamos de nuestra madre.

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