Jorge Barraza: “Scolari, un retorno al pragmatismo”

Jorge Barraza

Jorge Barraza*

No es momento (ni lugar) de correr riesgos, pensó la dirigencia brasileña. Mano Menezes podría representar un intento de reinstalar el tan añorado Jogo Bonito, muy loable, sí, pero con la Copa Confederaciones casi inminente y el Mundial viniéndose encima, es política y deportivamente una apuesta temeraria. Es lo que han pensado.


Y fueron a lo seguro: Luiz Felipe Scolari. Ganador, carismático, trabajador, de reflejos rápidos como para tomar el timón y enderezar el rumbo enseguida, con sagaz manejo de grupo y, sobre todo, de fuerte respaldo popular. Desde la noche misma de su designación el torcedor brasileño duerme tranquilo. Tiene la certeza de que con Felipao en el banco y jugando en casa, vencer a Brasil será una empresa difícil para todos. Y que lograr la sexta corona en casa se vea como una ilusión con fundamentos más allá del aliento.

Apenas se supo que Scolari salía de Palmeiras, el piso por donde caminara Menezes comenzó a temblar. Scolari suelto en Brasil tiene un sólo destino posible: la Selección. Más si el equipo no convence. Y no convence.

Como un jugador de póquer que ojea lentamente la mano que le toca, hasta dos años atrás, la mejor carta de Brasil para lograr su sexto título Mundial era jugar de local. Luego se sumó otra figura pesada: Neymar. Ahora se agrega Felipao. Entonces sí podría llevarse el pozo.


La noticia tiene dos lecturas:

1) Para el juego propiamente dicho no es la más encantadora. Scolari dirigiendo, con Parreira arriba planificando, no es un escenario que augure un estilo romántico. Veremos un Brasil retranqueiro, cauteloso, duro atrás, combativo en el medio, tratando de sacar el máximo provecho de su prudencia ofensiva. El flamante conductor ya abrió el paraguas: “Para jugar como el Barcelona necesitaríamos a Iniesta y Messi, y no los tenemos”. Como para que nadie se ilusione con el Jogo Bonito ni el carnaval carioca. Su promesa es pragmatismo puro.

2) La otra es que Brasil será un equipo más rocoso, pero también menos vulnerable. En el Mundial, jugando en Río, con cien mil alentando y Neymar haciendo diabluras (y zambulléndose en cada roce en el área) aparece como casi invencible. En suma, malas nuevas para España (candidatazo a repetir el título), para Alemania (magnífico equipo, joven y con gran fútbol, muy serio aspirante) y para Argentina, que por tener a Messi alienta la lógica pretensión de volver al título.


Quienes lo vieron jugar lo describen como un defensa áspero; los gaúchos son en general diferentes al resto de los futbolistas brasileños, muy parecidos por proximidad geográfica y cultural a los rioplatenses, menos líricos y de gran espíritu de lucha. Con todo, Scolari tiene claro quiénes son los que soportan el partido (los que marcan) y quiénes los ganan (los que salen con la bola). Vale refrescar los cuatro puntos esenciales en que se basa su pensamiento:

1) “Creer en mí mismo y no cambiar mi modo de trabajo”.


2) “La prioridad máxima debe ser el grupo humano, la unión, el cariño y la confianza entre todos, jugadores y cuerpo técnico”.

3) “Tener el equipo en perfectas condiciones físicas”.

4) “Elegir a los más habilidosos y técnicos, pues ellos serán los que ganen los partidos”.

Scolari es la ratificación plena de que haber sido un talento en el campo no garantiza ser un conductor brillante. Más bien es exactamente al revés: los genios con la pelota nunca fueron técnicos destacados.

La única sombra en el horizonte que podría mencionarse sobre el estratega gaúcho es que sus últimas experiencias no fueron tan exitosas como antes del 2002. Tendrá 65 años en el Mundial y últimamente se le despintó un poco el currículum. Pero es apenas una leve percepción. Guste su estilo o no, Scolari es un entrenador competente, un astuto simpático, con gran ascendencia sobre jugadores, público y periodistas. Es bicampeón de América de clubes y campeón del mundo de selecciones. Una foja rutilante.

Se trata de un refuerzo de fuste. Y tal sea la noticia más trascendente de cara al Mundial 2014.

*Ex articulista de El Gráfico y director de la revista Conmebol, (a) International Press.

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