Iniciativa empresarial revitaliza una remota población de Tottori que cada vez tiene menos jóvenes
En medio del paulatino abandono de las zonas rurales de Japón, un grupo de ancianos de la remota población de Houki, escondida en las montañas del suroeste nipón, ha decidido revitalizar la comarca con un exitoso negocio de sake en su antigua escuela abandonada.
Su proyecto es único en una zona, la provincia de Tottori, que padece uno de los grandes problemas de Japón: la despoblación de las zonas rurales, que va al compás del envejecimiento en un país en el que el 23 por ciento de la población tiene más de 65 años.
En el barrio de Fukuoka, en Houki, casi la mitad de sus 180 habitantes son ancianos que vieron cómo el distrito quedó deprimido tras el cierre, en 2009, de su principal destilería, la huida de los más jóvenes a las grandes ciudades y la clausura, hace cuatro años, de la escuela local.
Ante semejante panorama, nueve jubilados se pusieron manos a la obra para crear en mayo de 2009 el proyecto «Kamidai», antiguo nombre de la escuela, con el que buscaban potenciar los cultivos, revitalizar la zona y recuperar sus tradiciones gastronómicas.
Su idea era crear una destilería de sake, acompañada de un pequeño restaurante, aprovechando los dos principales recursos de la comarca: el agua, famosa en todo el país por su pureza, y el arroz, materia prima principal para hacer el famoso licor nipón.
«Kamidai» comenzó a andar con una inversión inicial de más de 13 millones de yenes (124.274 euros), de los que 2,5 millones de yenes (23.898 euros) fueron ayudas estatales.
En poco más de dos años, el proyecto se convirtió en un exitoso modelo de desarrollo agroturístico en el que participan unos treinta ancianos y que hasta ahora les ha aportado unos 10 millones de yenes de ingresos (más de 95.500 euros).
La primera decisión fue hacerse con un espacio que tuviera un «vínculo sentimental muy fuerte» con la comunidad, para lo que decidieron reabrir la escuela pero esta vez con un propósito empresarial, explicó a Efe Keisei Sumida, de 75 años, ex alcalde de Houki y presidente del proyecto.
«Hemos hecho muchos esfuerzos para revitalizar la zona, para lo que nos apoyamos en nuestro principal activo: la gente», añadió Sumida, al que se iluminan los ojos al hablar de «Kamidai».
Su primera producción fue de 2.000 litros de sake casero, y este año aumentó hasta los 3.700 litros tras la buena acogida del producto y gracias a acuerdos con asociaciones de jóvenes, cooperativas agrícolas, hoteleros y el gobierno provincial.
Los ancianos quisieron mantener la estructura de la escuela, que abrió en 1876 y es una de las más antiguas de la prefectura.
Por eso, los comedores donde los ancianos ofrecen comida y bebida están formados por pupitres en vez de mesas, y las pizarras han dejado atrás las explicaciones de álgebra o geografía para informar de los menús del día.
Su destilería es una pequeña cabaña de madera al lado de la escuela, en la que han instalado un restaurante, «Kachan Soba» («soba casera»), que abre los fines de semana y en el que seis mujeres, con una media de 70 años, preparan meticulosamente las comandas.
En el restaurante ofrecen por entre 5 y 9 euros menús de soba (tallarines), tofu (producto derivado de la soja), arroz con pulpo y verduras, con recetas artesanales y productos frescos.
El jefe de la destilería, Yoshifumi Adachi, controla la elaboración del sake artesanal o «Doburoko».
Tras lavar el arroz lo mezcla con aguardiente durante 45 días. El resultado es una bebida de textura poco delicada, sabor potente y hasta 16 grados, cuyo tapón está formado por una membrana que permite transpirar al licor y continúa su proceso de fermentación una vez embotellado.
«La comunidad estaba acabada y la mejor forma de revitalizarla es tomar sake en las antiguas clases, que ahora son un espacio para comunicarse, beber, comer y encontrar a mucha gente de cuando éramos jóvenes», aseguró Adachi.
Con una media de 80 comensales cada fin de semana, los ancianos han decidido empezar a comercializar su valorado producto incluso por internet.
Sumida, mentor de «Kamidai», habla como si el proyecto le hubiera salvado la vida: «Si no estuviera aquí, estaría cultivando la tierra o sin hacer nada más que vivir de la pensión, pero gracias a esto me divierto, trabajamos juntos y disfrutamos de la vida», concluyó. (Javier Picazo / EFE)
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