La frase se ha convertido en un clisé. Preguntamos: ¿cómo lo cerraría el periodista…? ¿Con candado…? ¿Alambrando el área…? Los partidos duran hasta que terminan.
Por Jorge Barraza*
El equipo verde va ganando 2 a 1; faltan veinte minutos. El relator de la televisión comienza a advertir: “Tiene que cerrar el partido…” Minuto 92, empata el conjunto rojo. Reprocha el comentarista: “Y… no cerraron el partido”.
Preguntamos: ¿cómo lo cerraría el periodista…? ¿Con candado…? ¿Alambrando el área…? ¿Con la orden de un juez…? Los partidos duran hasta que terminan. Y hasta ese momento, hay que seguir jugando, corriendo, pensando, dejando todo sobre el campo. No se puede bajar una persiana y decirle al contrario “Ya cerré”. No es un bar, es un juego entre 22 con una dinámica fantástica y una bola que tintinea sin cesar. No hay forma de gobernar los actos del adversario: éste va a seguir persistiendo en busca del empate o del triunfo.
La frase se ha transformado en un clisé y se escucha a cada rato. No importa si tiene sentido, suena bien. Da la impresión de que, quien la dice, sabe.
Uno de los peores participantes del último Mundial fue Holanda. Tosco, lento, leñero, especulador. Un equipo feo. Hasta Cruyff reconoció que le daba vergüenza ese juego en su selección, totalmente opuesto a su estilo histórico. Pero como iba avanzando, el periodismo comenzó la cantinela de que era una nueva versión de la Naranja Mecánica. Hasta comenzaba a verle bellezas ocultas. Así continuó hasta la final. Era una naranja en mal estado, pero como sonaba bien…
Antes no se utilizaba “cerrar” sino “asegurar el partido”. ¿Cuál es la martingala…? Ninguna. Porque no hay nada asegurado en este juego. Eso sí, se puede intentar lo de toda la vida, lo de hace 100 años, que será también la mejor fórmula dentro de un siglo: cuidar la pelota, hacerla circular con criterio, no meterse atrás y jamás renunciar al ataque. Es decir: seguir jugando.
Todas las semanas vemos que el técnico de un equipo equis, que va ganando 1 a 0, a 15 minutos del final saca al centrodelantero y pone un volante de marca “para reforzar el medio”. Una burrada que casi siempre tiene idéntico final: el rival se le va encima y empata. Nunca hay que pasarle al contrario el mensaje de que queremos que se termine. Además, el “nueve” no debe salir nunca. Porque cuando hay que ir otra vez a buscar el partido, no está el hombre que es amigo de la red. El que sabe cómo embocarla.
Luego le preguntan al técnico por qué lo reemplazó y su respuesta es otra frase hecha: “No lo veía bien”. Tendrá mal los ojos. El hombre gol puede ser un espanto durante 90 minutos, y en el 91 hacer el gol del triunfo. Diego Aguirre no la tocó en los primeros 119 minutos de la histórica final de la Libertadores de 1987 entre América y Peñarol. Pero Tabárez lo dejó en cancha. Y en el 120 metió el zurdazo de la gloria. Si quería ser campeón, ¿cómo iba a extirpar al goleador…?
“Para ganarle al Barcelona hay que quitarle la pelota”, dicen todas las semanas los rivales que van a enfrentar al equipo de la historia. Eso se habla hasta en el softbol. Lo sabe hasta un pescador en Islandia. La pregunta es CÓMO QUITÁRSELA a un grupo de futbolistas que ha elevado a la categoría de arte la posesión del balón. Cada partido –y ya lleva años el tema- es un maravilloso festival de pases y triangulaciones, a un toque, a dos, siempre con sentido táctico, ofensivo y defensivo. Táctico porque es el elemento de distracción y abatimiento del adversario (no existe algo tan desmoralizante como estar todo el tiempo sin la pelota). Ofensivo porque quien domina el juego es quien está más cerca de anotar gol (en el 90% de los casos). Y defensivo porque no hay mejor sistema antiriesgo que la tenencia.
Otro latiguillo: “HAY QUE TENER LA PELOTA”. Esa sí es una buena indicación, pero… ¿Cómo lograrlo…? Tener la pelota no es solamente una elección, hay que saber tenerla. Se requiere de técnica, también de vocación, ser buen jugador, inteligente. Y valiente. El incapaz, y sobre todo el jugador sin personalidad, recibe y a lo primero que atina es a dar un pelotazo hacia arriba. Eso y obsequiársela al contrario, es lo mismo.
“HAY QUE SER INTELIGENTES”, reza otra propuesta. Eso sería ideal. Ahora bien: ¿Y el que no lo es…? ¿Se cambia el chip….?
Pero el último y más insólito de los razonamientos está referido a la continuidad de los técnicos. Dice así: “LO IDEAL ES UN PROYECTO A LARGO PLAZO QUE NO ESTÉ ATADO A LOS RESULTADOS”. El fútbol es un deporte en el que se compite para ganar. Toda evaluación debe necesariamente pasar por los resultados. Desde luego, es preciso respetar los tiempos y a los seres humanos, lleva tiempo armonizar un equipo, pero si no se advierten signos de eficacia, comienzan los cuestionamientos. Hace tres días el gigante de las impresoras y computadoras Hewlett Packard despidió a su presidente Leo Apotheker, once meses después de haberlo nombrado. El directorio no aprobaba la marcha de la compañía y lo reemplazó. Hablamos de una empresa con una facturación de 126.000 millones de dólares sólo en 2010. Con más razón un club que pierde cinco, seis o siete partidos seguidos.
Todo en la vida está ligado a los resultados.
*Ex articulista de «El Gráfico», director de la revista Conmebol.
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