Prestigio reconocimiento valora valentía, lealtad y espíritu de sacrificio de trabajadores de la central
Más de 3.300 personas luchan todavía en la planta nuclear de Fukushima para controlar sus maltrechos reactores, una tarea que ha puesto de relieve la cara más valiente de los trabajadores y ha valido el Premio Príncipe de Asturias de la Concordia a los «héroes de Fukushima».
El número de trabajadores en la planta este mes de septiembre es de 3.364, una cifra que incluye operarios, técnicos subcontratados, bomberos y personal médico y logístico, según confirmó a Efe un portavoz de Tokyo Electric Power (TEPCO), la operadora de la central.
Antes del 11 de marzo, cuando tuvo lugar la tragedia, la central tenía una plantilla de 800 trabajadores activos; el 15 de marzo, cuatro días después de la tragedia y tras las explosiones en los reactores 1, 2 y 3, en el interior de Fukushima Daiichi había solo 73, detalló el portavoz.
El primer grupo hizo frente a los compases iniciales de la peor crisis nuclear en 25 años, con medidas que llegaron a desafiar las instrucciones de la oficina central de TEPCO, en Tokio, para tratar de controlar la temperatura de los reactores dañados.
Al mando de la central en aquel momento estaba el ingeniero de TEPCO Masao Yoshida, de 56 años, que desde que sonaron las alarmas instó a irse a aquellos operarios que así lo quisieran, según los medios japoneses.
Un grupo de unos 70 decidió quedarse, mientras más de un centenar se alejaron a las llamadas «zonas de espera», cercanas a la planta nuclear, preparados para futuras intervenciones.
Mientras a primera hora del día 12 los residentes de los pueblos cercanos a la maltrecha central eran evacuados en medio de la emergencia, aquellos trabajadores se mantenían en el interior desafiando los crecientes niveles de radiactividad.
Aunque la mayoría fueron nombres anónimos, a los medios trascendieron casos como el de Emiko Ueno, una de las que se quedaron en la planta pese a saber que el tsunami había arrasado su ciudad y sus padres se encontraban desaparecidos.
De aquellos momentos han trascendido también testimonios anónimos como el de otra operaria que explicaba cómo de madrugada, en la oscuridad, luchando contra el cansancio y consciente del peligro, todos seguían luchando para tratar de reactivar la refrigeración de los reactores.
Una semana después del terremoto y el tsunami, TEPCO solicitaba voluntarios para unirse a los trabajos: entre los que se presentaron personas como un hombre de 59 años, con cuatro décadas de experiencia en otra central nuclear de la región que, a falta de seis meses para su jubilación, decidió unirse a la causa.
Al grupo inicial se unieron posteriormente otras 180 personas, que trabajaban en turnos de 50, hasta que con la mejora paulatina de la situación aumentó el número de operarios en el epicentro de la peor crisis nuclear desde la de Chernóbil.
Su lealtad y espíritu de sacrificio fue valorado por el jurado del premio Príncipe de Asturias, que se entregará el próximo 21 de octubre en Oviedo (España). (EFE)
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