Por Jorge Barraza
La gran sorpresa de la Copa América, el sartenazo impactante, la victoria impredecible… Todo le cabe a este impensado Perú 2 – Colombia 0. ¡Perú en semifinales… !Ni Markarián, ni el hincha peruano más entusiasta podía aventurarlo. Un equipo en construcción, sin nombres rutilantes, con una terrible racha de lesionados ilustres (Farfán, Pizarro), rescatado del subsuelo de Sudamérica por el excelente entrenador uruguayo, es el primer clasificado a semifinales, el primero que se aseguró jugar los 6 partidos. Markarián lo había anticipado: “Nos vamos a volver a ver el 25 de julio”. Parecía más una arenga motivacional que una certidumbre.
Pero algo se traía el Mago cuando reservó 9 titulares en el clásico ante Chile. Quería gente fresca para dar batalla.Y la dio. Dentro de un marco parejo, Colombia era favorito por mayor caudal de jugadores, por un funcionamiento que le permitía protegerse bien atrás y golpear adelante, no profusamente, lo suficiente para ganar. Perú, se sabía, llegaba en ascenso, pero aún con nombres desconocidos para el gran público internacional, mucha gente de su torneo local. Markarián apenas había terminado los cimientos y comenzaba a levantar las paredes, cuando de golpe se le armó la casa.
A tono con la paridad que ha caracterizado a esta Copa América, incas y caribeños hicieron el partido reñido y parejo que cabía esperar. En ese trámite, se fue el primer tiempo sin novedad en el frente, casi ni se agredieron, ninguno logró imponer su juego. El segundo trajo noticias: Colombia era superior, cada vez más. Había desaparecido la línea de volantes peruana y pisaba fuerte la camiseta amarilla. Una llegada, dos, tres…
Falcao tuvo la semifinal en sus pies en el minuto 65. Un agarroncito mínimo en el área de Alberto Rodríguez a Dayro Moreno, esos que si se dan no están mal y si no se dan no pasa nada. Penalcito. El juez mexicano Francisco Chacón dio el castigo máximo y a rezar. Pero Falcao García, con 7 metros y 32 centímetros por delante de arco la tiró afuera. Que te atajen un penal, vaya y pase, pero tirarla afuera… Es como tirar un tiro al aire y errarle… En una instancia así, hay que meterla. Era el mejor momento de Colombia y se definía el partido.
A esa altura, Perú empezaba a soñar con el alargue y los penales. Pero hubo más antes del fin de los 90′. Dos bombazos en los maderos, uno de Dayro Moreno (el mejor valor del campo, zarandeó toda la tarde a Alberto Rodríguez) y otro de Guarín. Varias aproximaciones al área, casi todas encabezadas por Dayro Moreno.
“Quem nao faz, leva”, reza un viejo axioma futbolero en Brasil. Colombia no hizo y se los llevó. Perdonó y se fue a casa. Quedó como atontado, Colombia, aturdido, sin poder explicarse cómo fue este increíble 0-2, por qué mañana debe abordar un avión y decir adiós. Tan inexplicable fue que ni críticas merece. Acaso la grave falla del arquero Martínez en el primer gol, que desequilibró el juego. Martínez ya había tenido otras fallas en en las pelotas aéreas llovidas sobre su área. Sobre todo ante Costa Rica. Salió mal, chocó con Yepes perdió el balón y Lobatón (siempre hay un Lobatón en el fútbol peruano) metió el zapatazo de su vida al ángulo.
La selección de la banda roja tuvo un pico de eficacia fenomenal. Dos tiros al arco, dos goles. Exactamente al revés de lo que siempre se le critica: su falta de punch. Pero no hay que demeritar, mostró nuevamente una gran disciplina táctica, mucho orden, oficio para trabajar el partido, para conversarlo cuando los momentos no son favorables. Y dos jugadores notables, que hoy están en la selección ideal de la Copa: Vargas y Guerrero. Combativo, brioso, peligrosísimo el carrilero, siempre amenazante con su misil izquierdo. Elegante, útil, profundo, inteligente el delantero del Hamburgo. Siempre fue un jugador notable, le faltaba una copa como esta para exhibir todo su repertorio al público sudamericano.
Entre ambos urdieron y concretaron el segundo gol en un contraataque que parecía más alemán que peruano.
Es una gran coincidencia. La admiración siempre vigente de los argentinos por el fútbol peruano nació en la Copa América de 1959, jugada en Buenos Aires, cuando Terry, Gómez Sánchez, Seminario, Joya, Loayza deslumbraron con su toque exquisito. Argentina ha sido nuevamente el escenario de otra actuación consagratoria.
Cuando Markarián asumió, Perú estaba en el último escalón del concierto sudamericano. Hoy es uno de los cuatro mejores de la Copa. Un país ultrafutbolero parece tocar el cielo y besarlo. Son las cosas bellas de este juego. Del infierno al cielo hay un paso breve.
Be the first to comment