La modesta selección peruana mejora bajo el liderazgo del técnico uruguayo
A pesar del pobre y tedioso partido contra República Checa, la selección peruana hizo una aceptable campaña en la Copa Kirin.
Se nota la mano de Sergio Markarián. Con él al mando, la selección peruana ha jugado nueve partidos: cuatro ganados, cuatro empatados y uno perdido.
Si bien el Perú no ha enfrentado rivales de fuste como Brasil o España (los más exigentes han sido Japón y Ecuador), va camino a convertirse en un equipo competitivo. No llena los ojos pero es rocoso, duro de matar. El Perú se hace compacto desde el cero en su propio arco. No regala fútbol, pero es ordenado.
Quizá el aporte más importante del uruguayo no sea futbolístico, sino emocional. Markarián ha logrado que el jugador peruano se comprometa con su selección. En otros países esto se da por sentado, pero no en el Perú, donde antes de su arribo muchos seleccionados sentían al combinado patrio como una especie de servicio deportivo obligatorio, que cumplían a regañadientes, o temían ser convocados para no comerse goleadas.
Ahora el futbolista peruano sí quiere ponerse la camiseta de su país.
Gracias al trabajo del uruguayo y su comando técnico, se ha ampliado el universo de jugadores seleccionables. Antes de su aterrizaje en el Perú, aparte de los europeos (Pizarro, Farfán, Vargas, Guerrero, etc.), en el medio peruano no había más de cinco o seis que merecieran una convocatoria. Apenas había jugadores para completar un once.
Hoy jugadores que antes nadie tenía en su agenda –como Renzo Revoredo, Rinaldo Cruzado o Adán Balbín– se han ganado un cupo en la selección. No son cracks, sino esforzados peones que dejan la piel en el campo cumpliendo aplicadamente su función. La selección es una construcción colectiva, no la luz de uno o dos astros.
Este modesto equipo peruano ganará jerarquía, estatura internacional y probablemente goles con Pizarro, Guerrero, Vargas, Rodríguez y Zambrano.
Otro mérito de Markarián es el consenso que ha generado entre medios e hinchas. En un país donde el respeto es tan raro como un panda gigante (más aún tratándose de un técnico de selección), el uruguayo –trabajador, lúcido y sobrio– parece más allá del bien y del mal.
La primera prueba de fuego de este equipo es la Copa América. El Perú es colero en Sudamérica. El torneo continental será testigo de cuánto ha progresado el equipo de Markarián.
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