La manera en que China intenta imponer su capricho para lograr objetivos geopolíticos y comerciales en el mundo puede ponerle en serios aprietos en el momento menos esperado.
Unos días antes de que los fiscales de Okinawa decidieran liberar al capitán del barco chino esperábamos cualquier otro desenlace menos ese.
El sentido común advertía que ir contra la ley en un caso tan flagrante como el cometido por un pesquero chino contra el barco de una autoridad nacional y no hacer respetar la posición soberana de Tokio sobre las islas Senkaku exponía a Japón a un acto de debilidad legal de graves consecuencias.
A final de cuentas los fiscales y gobierno japoneses hicieron exactamente lo que no debían intimidados por las primeras acciones de replesalia del Gobierno chino.
Japón no calculó, de manera ingenua o quizá por exceso de confianza, que una acción de ese tipo podía desencadenar insospechadas reacciones en los sectores nacionalistas chinos ni que Pekín fuera capaz de las más extremas bravatas.
No obstante, lo ocurrido exige a Japón tomar acciones de corto y mediano plazo empezando por explicar a la comunidad internacional que la actuación de sus guardacostas fue dentro de la ley y que no se violó los Derechos Humanos “del pueblo chino” como aduce la propaganda china.
Es necesario que Japón inicie una ofensiva diplomática que al parecer muchos países de Asia y parte del mundo aceptarían de muy buena gana. El motivo cae de maduro.
China ha comenzado a disgustar. Olvida que su desarrollo económico tiene mucho componente de la ayuda tecnológica y la simpatía mundial que ha influido tanto en su crecimiento como en su aceptación internacional quitándole la etiqueta de paria y de verdadero Estado violador de los Derechos Humanos.
La manera en que China intenta imponer su capricho para lograr objetivos geopolíticos y comerciales en el mundo puede ponerle en serios aprietos en el momento menos esperado y hasta hacerse de una etiqueta de superpotencia abusiva y poco apta para convertirse en lider mundial confiable y respetado.
A mediano plazo, Japón puede estar planteándose, cuando no ejecutando, movimientos estratégicos para buscar nuevos abastecedores de materia prima que incluiría los metales raros para su nueva industria y cuyo abastecimiento depende hoy en 90 por ciento de China.
Durante los días de tensión por el caso del pesquero capturado, Pekín usó esta ventaja como arma diplomática letal sobre la médula industrial japonesa y acorraló al país con relativa facilidad. Sin embargo, no es tan fácil razonar de igual manera cuando se trata de pensar en retirar fábricas y comercios de un mercado tan grande como el chino.
Por lo mismo, la diplomacia japonesa debe actuar con inteligencia y firmeza, manteniendo la estrategia de acercamiento a China en todos los planos culturales y humanos posibles. Hoy por hoy, la diplomacia en todas sus formas, son el mejor instrumento, a parte de su alianza militar con Estados Unidos, para hacerle entender a Pekín que lo mejor es llevarse bien con los vecinos sin abusar de su nueva condición de poderoso del planeta.
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