El sistema educativo público de Japón enfrenta una emergencia silenciosa. Durante el año fiscal 2024, un total de 13.310 docentes solicitaron bajas por enfermedades mentales, marcando la cifra más alta jamás registrada. Según datos revelados por el Ministerio de Educación, Cultura, Deportes, Ciencia y Tecnología (MEXT), el número de maestros que se retiran temporalmente debido a trastornos psicológicos no deja de crecer, reflejando un entorno laboral bajo presión extrema.
Del total de afectados, 7.087 docentes se encuentran en situación de excedencia prolongada, mientras que el resto ha recurrido a bajas por enfermedad de corta duración, superiores a un mes. Las estadísticas son contundentes: el 76,5% de todas las bajas médicas en el sector educativo japonés tienen su origen en problemas de salud mental, una tendencia que ha encadenado récords durante tres años consecutivos.
IMPACTO ENTRE DOCENTES NOVATOS
La crisis es especialmente severa entre quienes inician su carrera. El informe detalla que 897 maestros renunciaron antes de cumplir su primer año de servicio, una cifra sin precedentes. Lo más alarmante es que el 35,8% de estos jóvenes profesionales citaron enfermedades mentales como el motivo principal para abandonar su vocación de forma definitiva.
Al analizar las bajas por grupos de edad, los docentes en sus 30 años representan el grupo más afectado con un 29,9%, seguidos por los mayores de 50 años con 26,7%, aquellos en sus 40 años 24,9 % y alrededor de los 20 años 18,5 %. Esta distribución sugiere que ni la energía de la juventud ni la experiencia acumulada son suficientes para blindar al personal ante las crecientes exigencias de las aulas modernas en el archipiélago.
DETRÁS DEL COLAPSO EMOCIONAL
Las juntas de educación identificaron la instrucción a los estudiantes como la causa principal del estrés, con un 26,5% de los casos. Los desafíos actuales incluyen el manejo del acoso escolar (ijime), el absentismo (futoko) y la atención a niños con contextos familiares diversos. A esto se suman las relaciones interpersonales en el lugar de trabajo y la pesada carga de tareas administrativas que asfixia el tiempo de los educadores.
Aunque solo el 0,5% de los encuestados señaló directamente a las «largas jornadas» como el detonante único, las autoridades admiten que el exceso de trabajo es el trasfondo real. El Ministerio reconoce que las dificultades con los padres y las interminables gestiones de oficina derivan en horas extras extenuantes, creando un ciclo de agotamiento que hoy mantiene fuera de las aulas a miles de profesionales. (RI/AG/IP/)
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