El ataque al primer ministro de Japón, Fumio Kishida, el sábado en la prefectura de Wakayama volvió a poner en evidencia las fallas de seguridad en la protección a los líderes políticos.
Por fortuna, esta vez no hubo una desgracia que lamentar (en julio pasado, el ex primer ministro Shinzo Abe fue asesinado durante una campaña política).
En el caso de Kishida, el autor del atentado llevaba una mochila que ningún miembro de las fuerzas de seguridad revisó, un objeto sospechoso considerando -sobre todo- que en el puerto pesquero donde ocurrió el ataque nadie usa algo así.
Además, no había ninguna barrera física entre el primer ministro y el público, que estaba a corta distancia de la autoridad más importante del país.
Por otro lado, Nobuo Komiya, profesor de criminología de la Universidad de Rissho, advierte en declaraciones a AP de que la seguridad de los líderes políticos en Japón está entrenada para enfrentar ataques con cuchillos, pero no tienen experiencia en el manejo de bombas y armas de fuego.
Si bien Japón tiene estrictas leyes de control de armas y los crímenes violentos son inusuales, el país no parece suficientemente preparado para lidiar con las armas y los explosivos caseros (el asesino de Abe utilizó un arma casera).
“Los explosivos caseros se están convirtiendo en un problema considerablemente serio. No solo bombas. Cualquiera puede fabricar armas de verdad con impresoras 3D”, alerta Komiya.
Los insumos necesarios para producirlos están disponibles legalmente, lo que facilita su fabricación, añade.
La policía ha reforzado la vigilancia cibernética para detectar la producción y el comercio ilegales de armas, y solicitado a los operadores de sitios web que eliminen los métodos de fabricación de armas. (International Press)
