Exyakuza: llevar una vida normal es «tan difícil como vivir en un planeta diferente»

Yakuza.

 

Creció en la pobreza en una prefectura del este de Japón y abandonó la escuela preparatoria para unirse a una banda criminal con la determinación de ganarse un nombre en el mundo yakuza.


Lo consiguió. Escaló hasta convertirse en un miembro de alto rango de un grupo yakuza, pero las cosas comenzaron a torcerse para él cuando en 1992 entró en vigor la Ley contra el Crimen Organizado en Japón.

Los arrestos de integrantes de la mafia se hicieron frecuentes y él fue encarcelado varias veces por cargos como extorsión.

Además de la ofensiva policial, creció su condición de parias sociales. No podían entrar a hoteles, por ejemplo, y eso también afectó a las familias.


El hombre, protagonista de la historia contada por Asahi Shimbun, comenzó a desear entonces una vida normal, pero la decisión de apartarse definitivamente del crimen le tomó varios años.

¿Podría alguien como él, que durante mucho tiempo ha sido un yakuza, llevar una vida normal?, se preguntaba.

Finalmente lo hizo. Desde hace varios años es un ciudadano común y corriente, y actualmente trabaja en demoliciones.


Ha sido y es muy difícil. Vivir una vida normal es «tan difícil como vivir en un planeta diferente”, declara a Asahi.

“Vivir una vida como ‘katagi’ (ciudadano respetuoso de la ley) es muy difícil”, insiste.


Debido a su pasado criminal, no puede abrir una cuenta bancaria, firmar un contrato de alquiler o solicitar un préstamo.

Además, le ha costado mucho desprenderse de sus modales de yakuza (el volumen de voz, la manera de andar, la elección de las palabras cuando habla). En la práctica, ha tenido que aprender a ser otra persona. Todos los días se esfuerza para impedir que aflore su antiguo yo. No quiere meter la pata.

Para darse fuerzas a sí mismo, cada día se dice: “Soy una persona nueva”.

Su caso muestra que la ley ha sido exitosa en debilitar a la yakuza (su número se ha reducido de más de 90 mil antes de la norma a 24 mil en 2021). Sin embargo, también revela las dificultades que enfrentan los antiguos criminales para reinsertarse en la sociedad.

Hay apoyo de la policía. Gracias a ella, más de 5.600 personas han roto sus vínculos con el crimen organizado desde 2012. Pero se podría hacer más. (International Press)

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