La debilidad del Congreso, los partidos y la ciudadanía, por Michel Azcueta

Congreso del Perú

Dentro de la gran debilidad institucional en la sociedad y en el Estado que vivimos desde hace ya unas décadas, resalta una y otra vez, el desprestigio permanente del Congreso, que no cambia a lo largo de sus cinco años de actividad, cosa que no ocurre con los presidentes, gobernadores y alcaldes, también electos por el voto popular, que pueden subir y bajar en las encuestas. Un hecho muy curioso que no suele ser analizado, especialmente por los medios y por los ciudadanos.

Es cierto que, hablando de los países latinoamericanos y de poco desarrollo democrático en los demás continentes, este desprestigio del Congreso suele ser compartido, generalizado en todos ellos. Es bueno que lo analicemos bien.


Comencemos por las debilidades en los propios ciudadanos que somos quienes elegimos a los congresistas y que, generalmente, sufrimos una amnesia inmediata a las 24 horas de haber votado por los congresistas que hemos elegido.

Se comprueba que, desde hace décadas, en el Perú en la primera encuesta que se hace sobre el Ejecutivo y el Legislativo, una semana o un mes después de las elecciones, el nuevo Congreso, recién estrenado recibe una desaprobación mayor al 75 %, y de ese porcentaje ya no se escapa a lo largo de las cinco legislaturas.

La primera razón de este hecho comprobado no es que el 75 % de los peruanos somos ciegos y perdemos la memoria. La razón, de nuevo es la debilidad institucional que padecemos y que, ahora sí, la gran mayoría no entiende ni le interesa el Legislativo, no se preocupa por conocer a los candidatos al Congreso, marcando, casi de manera automática a nivel nacional, los dos símbolos: el del candidato presidencial y el de los candidatos al Congreso; no cree en las leyes que, justamente, es son la primera función de un Congreso, y, desde la primera semana ya considera a “sus” elegidos como ociosos, que ganan mucho trabajando poco sin siquiera saber su nombre.


En mi opinión, es responsabilidad principal de los partidos políticos que, una vez más, en el Perú, se pueden llamar cualquier cosa menos partidos democráticos, mostrando la debilidad institucional que nos rodea. Partidos con dueños propios, partidos sin ideología ni financiamiento determinado, partidos de los considerados de derecha, de centro y de izquierda, que utilizan las “colleras” y el círculo familiar y hasta financistas personales que les rodean para, hablando en general, armar las listas para el Congreso de la República.

Cómo todos sabemos esto redunda en el mal o nulo funcionamiento del Congreso donde uno no sabe quién es quién por las permanentes divisiones internas, con decenas de nuevos “grupos partidarios” que se separan del tronco original al que fueron elegidos… y de ahí sigue este terrible círculo vicioso muy difícil de cortar. Algunos partidos desaparecen en unos meses y, como vemos en sucesivos gobiernos, a veces el partido ganador deja de gobernar con el presidente elegido por ese mismo partido o viceversa.

Hay otras causas de esta situación política: los medios de comunicación que se dedican a informar sobre los candidatos presidenciales despreciando, por principio, al Congreso sin dejar la menor posibilidad de que, por fin, elijamos, nosotros los ciudadanos, mejores congresistas. Y, también hay que decir el JNE cuyo funcionamiento y regulación deja mucho que desear, cambia reglamentos, mide con distinta vara a unos y a otros, aumenta o disminuye a voluntad los requisitos para crear y aprobar a partidos políticos sin exigirles un funcionamiento democrático real.


Pareciera que estoy defendiendo a los congresistas. Defiendo al Congreso. A la importancia que tiene para la democracia, para que sea parte de la institucionalidad democrática que la sociedad y el Estado peruanos necesitan urgentemente.

Y, para terminar, una sugerencia muy simple a las encuestadoras: separen su investigación a los candidatos al Congreso de los candidatos presidenciales, centrándose, si quieren, en los partidos que participan en los procesos electorales. No gasten tinta preguntando por la marcha del Congreso pues ya se sabe lo que los ciudadanos, que nunca reconocen que votaron por ellos, van a contestar. Les invito a incorporar primero esta pregunta: “Amigo, amiga, ¿por qué congresista votó Ud.?” Quizás, poco a poco, construyamos institucionalidad democrática en el Perú.


 

(*) Michel Azcueta. Exalcalde de Villa El Salvador, en Lima, Perú.

 

 


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