Delincuente en Japón se entrega a la policía gracias al administrador de un bar

 

Daisuke (nombre ficticio) es un joven veinteañero que cumple una condena de siete años de prisión en Tokio.


En el otoño de 2020, otro joven y él irrumpieron en la casa de una anciana, la ataron y le robaron. La octogenaria mujer se resistió al asalto a mano armada y le mordió un dedo a Daisuke. Este, furioso, la golpeó varias veces en el rostro y la barriga.

Los hombres huyeron con 47 mil yenes (373 dólares).

Fue la última vez que Daisuke delinquió. Si hoy está en prisión es porque sintió que había llegado demasiado lejos y decidió entregarse a la policía.


Mainichi Shimbun relata su historia.

El día en que asaltó a la anciana, Daisuke acudió a un bar en Tokio del que era cliente asiduo.

Mientras bebía shochu (bebida alcohólica japonesa), el joven le confesó al mánager del local, Makoto Tatsuyama, que había cometido un asalto armado y golpeado a una anciana. “Podría estar muerta”, le dijo.


Tatsuyama escuchó los detalles del crimen y lo convenció de entregarse a la policía. No solo eso, también le dijo que lo acompañaría y sería su garante.

Dos días después, Tatsuyama, acompañado por Daisuke, se entregó.


El administrador del bar le prometió que lo ayudaría cuando saliera de prisión dándole trabajo.

Tatsuyama suele visitar a Daisuke en prisión. El chico está arrepentido y le prometió a su garante que vivirá su vida en el futuro de tal manera que no tenga nada de lo que arrepentirse.

Que el joven se entregara influyó para que la sentencia no fuera tan severa.

El asalto a la anciana no fue el primer delito que cometió. Oriundo de la prefectura de Yamaguchi, hijo de padres divorciados con los que perdió contacto, trabajó como plomero en su tierra natal y en Tokio, adonde se mudó.

Su incursión en la delincuencia llegó por “invitación” de un amigo que lo atrajo con la promesa de dinero fácil.

Por intermedio de su allegado, Daisuke estableció contacto con un miembro del crimen organizado a través del servicio de mensajería Telegram.

El hombre le encargó trabajos sucios. Uno de ellos, en Osaka, tuvo como víctima a una anciana a la cual estafaron para que le entregara a Daisuke su tarjeta bancaria, con la que retiró un millón de yenes (7.900 dólares).

El robo a la octogenaria en Tokio fue su primer asalto armado. Y el último. Ahora solo le queda purgar el resto de su condena, salir y rehacer su vida con el apoyo de Tatsuyama, su salvador. (International Press)

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