Hiroshi Oyama es un cuarentón con cinco años de matrimonio y padre de un niño. Llevaba una vida que califica como satisfactoria hasta que en la empresa donde trabaja vio por primera vez a una nueva empleada.
Le llamó la atención su agradable rostro, pero nada más. Ella trabajaba en otra área. Probablemente ahí habría quedado todo, pero una noche se encontraron por casualidad en el estacionamiento de la empresa.
Se saludaron, conversaron un rato y ahí empezó todo. De las charlas breves pasaron a LINE y un día acordaron encontrarse para cenar. La pasaron bien. Desde entonces salen a comer, hacer compras y hablar. Es todo lo que hacen. Se encuentran una o dos veces al mes. Esas citas son los momentos más felices de su vida, confiesa él.
Así llevan un año.
Hiroshi Oyama -un seudónimo que utiliza la revista Spa! para un reportaje sobre hombres casados y que publica Japan Today- dice que la relación que mantiene con su colega, una mujer en la treintena, es amor aunque sea solo platónico.
¿A dónde apunta la relación? Eso le preguntó la mujer una vez. “No importa mientras estemos juntos”, respondió él. “Yo siento lo mismo”, dijo ella.
Oyama no piensa divorciarse de su esposa. Se lleva bien con ella y quiere a su hijo. ¿Tiene futuro el affair con su compañera de trabajo? Es algo en lo que no piensa. El hombre vive el día a día.
Un caso similar es el de Kenji Kaneda (otro seudónimo), un hombre de 47 años que lleva 19 de casado y con un hijo que estudia en preparatoria.
Kaneda es un fanático del fútbol. Antes de la pandemia de coronavirus, gastaba 300.000 yenes (2.600 dólares) al mes viajando a Japón o al extranjero para asistir a partidos de fútbol. Un montón de dinero, sí, pero se lo podía permitir, pues el japonés gana 16,6 millones de yenes (145 mil dólares) al año.
La pandemia arruinó sus viajes y asistencias a estadios de fútbol. Sin embargo, halló un sucedáneo después de registrarse en un sitio en línea de papa katsu, donde mujeres jóvenes buscan a hombres mayores para salir y otras cosas a cambio de dinero y regalos.
Kaneda conoció a tres chicas hinchas como él con las que sale a comer y hablar de fútbol. No hay más. Eso es todo. A lo sumo, un abrazo y un “delicado beso”. He ahí sus límites, no quiere llegar más lejos. Dice que ama a su familia, que nunca le ha sido infiel a su esposa y que no piensa serlo. (International Press)
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