La globalización es en resumen, la interconexión mundial de aspectos tecnológicos, económicos, sociales, culturales y hasta políticos, donde la velocidad de comunicación y masificación de la información juega un rol importante en la actualidad. Es un proceso irreversible pues no hay vuelta atrás para volver a vivir aislados. Los entendidos del tema afirman que comenzó a finales del siglo XIX, con la apertura de mercados internacionales motivados por incentivos arancelarios.
Algunos soñadores pensábamos, que el internet provocaría que la humanidad evolucionara por el fácil acceso al conocimiento; sin embargo la realidad mostró que las miserias humanas también se globalizaron y ocuparon parte significativa en nuestras mentes.
Quiero enfocar la globalización a lo que hoy se conoce como infodemia, palabra acuñada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que la Real Academia de la Lengua Española (RAE) le dio validez como un neologismo según leí en su cuenta Twitter. Es el acrónimo de información y epidemia.
Desde que apareció el COVID 19, conocido como ‘corona’ en el Japón, hemos sido saturados de información sobre el tema. Verdades y mentiras de magnitud de ciencia ficción. Nanochips en las vacunas que serían activados con las antenas 5G; vacunas cuyo ARN mensajero manipulará nuestro ADN y nos transformaría en zombies estériles; plan para reducir la población mundial; plan para esclavizar la humanidad después de vacunados, ideado por los iluminatis en complicidad con los reptilianos. Son algunas de las teorías que más se han rebotado en el internet como clara señal que estamos perdiendo lo que se conoce como pensamiento crítico.
También existen otras teorías especulativas, sobre los protocolos de emergencia que se aplicaron desde el inicio de la pandemia. La cremación de cadáveres, se decía, era para evitar se descubra el perverso plan, cuando la realidad es que se utilizó el protocolo del ébola porque este nuevo virus no tiene historial para guiarse.
El distanciamiento social para hacernos menos cariñosos y afectivos como humanos. El uso de mascarillas sería para matarnos respirando las bacterias y hongos que se acumulan en el interior. Para quienes tenemos años viviendo en un país cuya costumbre es usar estos barbijos sabemos que son como la ropa interior, se cambian todos los días y hasta más veces dependiendo de las circunstancias.
Para quienes tenemos años viviendo en un país cuya costumbre es usar estos barbijos sabemos que son como la ropa interior, se cambian todos los días y hasta más veces dependiendo de las circunstancias.
Kike Ponze
Obvio que no existen estadísticas del pasado de este nuevo virus, lo que está ocurriendo serían los primeros datos que se están recabando. Así que aprovecho para utilizar la información que comparte en su muro de Facebook, un amigo desde la época universitaria, quien en la actualidad es catedrático de Estadística en la Universidad de Piura.
Siempre pendiente de información veraz, incluso de otros profesionales y nos la comparte e interpreta con su acertado análisis, no solo respecto a esta pandemia sino también en encuestas en general. Tiene su blog donde expone teoría de estadística con ejemplos, a quienes les guste el tema: cesarangulobustios.blogspot.com.
Bien, en su muro leí lo siguiente del Perú, que como se sabe es uno de los países más afectados con la pandemia: “De todos los hospitalizados que no han sido vacunados fallecieron el 43.80%. De todos los hospitalizados que han recibido una sola dosis, fallecieron el 13.50%. Y de todos los hospitalizados con las dos dosis, fallecieron el 2.44%”.
Estos son datos reales y estadísticos con lo cual les dejo una pregunta y una sugerencia.
¿Por qué creemos cada vez más en las teorías conspiranoicas y menos en la ciencia?
Y si bien es un derecho negarse a recibir la vacuna, respetemos las normas y protocolos de bioseguridad, no intentemos convencer a otros de no vacunarse porque, quizás al conseguirlo, la persona convencida se contagie y sea un número más en las estadísticas de quienes fallecen por este maldito virus.
Nos seguimos leyendo.
(*) Kike Ponze, periodista, inmigrante en Japón.
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