Empleado de farmacia en Japón: el virus no me asusta, me asustan los clientes

Mascarillas, motivo de conflictos (Fuji TV)

Ahora mismo ser empleado de una farmacia en Japón es un trabajo estresante que incluso puede causar depresión o enfermedad. La escasez de mascarillas y otros productos sanitarios debido a la propagación del nuevo coronavirus ha convertido a muchos clientes en ogros. Y quienes pagan las consecuencias son los trabajadores, víctimas de insultos, gritos, amenazas…


Asahi Shimbun ha recogido los testimonios de varios empleados de farmacias en Japón.

Una mujer en la treintena que lleva más de 15 años trabajando en una farmacia en la prefectura de Tochigi confiesa: «Me deprimo cuando veo una larga fila frente a la tienda antes de abrir. Me duele el estómago».

Las cosas empeoraron cuando la farmacia se vio obligada a limitar las compras de un paquete de mascarillas por familia y de papel higiénico o tissue por persona.


Como si la escasez de mascarillas no fuera suficiente problema, los rumores de que el papel higiénico se agotaría avivaron las llamas.

Japón es un país donde la gente es muy respetuosa con las reglas. Sin embargo, el miedo creado por la expansión del coronavirus está echando por tierra esa imagen. Que lo digan en las farmacias, que se están topando con clientes que se niegan a respetar la cuota de compra de productos por personas.

Algunos clientes compran un producto, lo pagan y lo llevan hasta su coche o bicicleta para dejarlo, y de inmediato regresan para hacer otra compra, como si fueran clientes “nuevos”.


La empleada de la farmacia de Tochigi cuenta que hasta los clientes habituales, normalmente amables, han cambiado de actitud hacia ella.

En una farmacia en la prefectura de Shiga, una empleada en la treintena perdió el apetito y se enfermó después de recibir una lluvia de insultos todos los días.


«Pido disculpas docenas de veces al día, y me hace sentir mal», dice.

En una farmacia en la prefectura de Hyogo, algunos clientes pícaros se “disfrazan”, peinándose de otro modo o usando gafas de sol, para aparentar ser “nuevos” y eludir el límite de compras.

Algunos trabajadores han volcado en Tiwtter sus quejas por los clientes groseros.

Uno de los tuits más elocuentes dice: «Un virus invisible no me asusta, los clientes que puedo ver sí me asustan». (International Press)

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