La escritora y fotógrafa india Megha Wadhwa reside en Japón y durante seis meses hizo arubaito en un local de la cadena de tiendas de conveniencia FamilyMart en Tokio.
No era un trabajo como para saltar de entusiasmo, pero le permitiría mejorar su dominio del idioma japonés (en aquella época sabía lo básico) y hacer un poco de dinero.
En un texto publicado en The Japan Times, la escritora cuenta que aprendió mucho sobre Japón -y sobre ella misma- trabajando en FamilyMart de 7 a. m. a 11 a. m.
Japón destaca por muchas cosas y una de ellas es el orden. Un orden que no brota mágicamente, sino que es fruto de mucho esfuerzo y organización. Eso lo pudo comprobar Megha cuando descubrió cómo era una tienda de conveniencia por dentro.
“Me resultó fascinante ver lo bien organizado que estaba todo”, recuerda. “El personal hacía un gran esfuerzo para asegurarse de que todo funcionara a la perfección. Las tareas se dividían de manera bastante equitativa entre todos los trabajadores, desde limpiar los pisos y apilar los estantes hasta contar el dinero en efectivo y arrojar la basura”.
Lo más difícil para ella fue limpiar los baños. Megha nunca había limpiado un baño en su vida, pues en su casa en la India tenía una empleada que lo hacía. Confiesa que tenía miedo.
“Sin embargo, limpiar un baño público se convirtió en una de las lecciones más importantes del trabajo para mí. Se tiró abajo mi ego y me di cuenta de que no hay ningún trabajo por debajo de nadie, cualquier cosa que hagas en la vida necesita tu compromiso total”.
Más adelante, se enteró de que a los niños en Japón se les enseña a limpiar los baños en la escuela, “una actividad que ahora creo que debería introducirse en las escuelas de todo el mundo”.
Lo que aprendió sobre ella fue su capacidad para sonreír aun en las circunstancias más adversas. Parte de su trabajo era sonreírles a los clientes cuando los atendía. Una de sus clientas habituales era una mujer que se convirtió en su primera amiga japonesa. Esta amiga le contó que la sonrisa de Megha le dio confianza para invitarla a su apato, y así nació la amistad.
¿Qué le enseñó eso?
“Que una sonrisa puede ayudarte a conectar con otras personas. O, al lo menos, alegrar tu día y el de alguien más”.
Una buena lección que sirve para todos y en cualquier parte del mundo. (International Press)
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