Edurne Morillo / EFE
Una niña que nunca volvió a casa después del colegio y una madre soltera que jamás recogió a sus hijos de la guardería: dos historias de secuestros perpetrados por Corea del Norte hace ya 40 años que se mantienen como una herida abierta en Japón, donde familiares y Gobierno luchan por el regreso.
Megumi Yokota tenía 13 años cuando fue secuestrada por el régimen norcoreano. Era la tarde del 15 de noviembre de 1977 cuando esta adolescente japonesa se dirigía a su casa en la ciudad costera de Niigata tras un entrenamiento de bádminton, pero nunca terminó ese trayecto y desapareció sin dejar rastro.
Sus hermanos, dos gemelos que tenían 9 años por aquel entonces, recuerdan a la perfección ese día: las horas de espera y cómo su madre, visiblemente preocupada, les cogió a ambos de la mano y los tres buscaron a su hermana hasta bien entrada la noche. Sin éxito.
Takuya y Tetsuya Yokota, ahora de 49 años, explican a Efe lo angustioso que fue para ellos vivir sin saber lo que había pasado entre comentarios de que la joven Megumi se había escapado para huir de una educación demasiado severa.
«Desapareció sin dejar rastro. Vivíamos sin saber lo que había pasado», relata Tetsuya con los ojos humedecidos, pero sin perder la compostura en ningún momento.
Aunque varios rumores a finales de los años 90 apuntaron a que pudo ser un secuestro, no fue hasta 2002 cuando el nombre de Megumi salió a relucir durante la cumbre entre Japón y Corea del Norte, cuando el hermético país reconoció haber secuestrado a 13 ciudadanos japoneses como parte de su programa de espionaje.
Entre 1977 y 1983, Corea del Norte secuestró al menos a 17 japoneses -9 mujeres y 8 hombres-, según cifras oficiales del Gobierno de Japón, para que actuaran como profesores de idioma y cultura japonesa para los espías norcoreanos.
El caso de Megumi es el más simbólico de ellos, tanto por su corta edad, como por la incansable lucha que sus padres, ahora octogenarios, encabezaron al frente de la asociación de familiares de secuestrados.
«Mi hermana era muy alegre y le gustaba mucho cantar, por eso nuestro padre se echaba a llorar cada vez que veía a una cantante joven en la televisión», dice Takuya, mientras muestra una fotografía de los tres hermanos durante unas vacaciones familiares un par de años antes de la desaparición.
El momento más duro para los Yokota se produjo en 2004, cuando recibieron desde Pyongyang los huesos y el certificado de defunción de Megumi, de quien se aseguraba que se había suicidado diez años antes.
«Tuvimos la esperanza de que en ese momento se iban a resolver las cosas, pero nos mintieron y nos mandaron los huesos de otra persona», explica Takuya, quien lamenta que con Corea del Norte «no funciona el diálogo, ni la negociación ni la presión».
En octubre de 2002, Corea del Norte permitió que regresaran los 5 secuestrados que habían declarado como todavía vivos con la condición de que estos volvieran de nuevo al país, un requisito que el Gobierno japonés no cumplió tras escuchar las súplicas de las víctimas.
Pyongyang mantiene que las otras 12 personas desaparecidas o bien fallecieron o nunca llegaron a pisar suelo norcoreano, una versión de la que Japón desconfía y que ha llevado a numerosos intentos de diálogo infructuosos entre ambos países.
«Sabemos que está viva», dice Tetsuya sobre su hermana, que tendría ahora 53 años, «sólo esperamos que pueda volver mientras que nuestros padres todavía estén bien», concluye.
Ese mismo deseo mantiene Shigeo Iizuka, de 79 años, quien se aferra a una fotografía en blanco y negro como el único recuerdo que conserva de su hermana, Yaeko Taguchi, secuestrada en junio de 1978 poco antes de ir a recoger a sus dos hijos a la guardería.
«La policía no investigó el secuestro, era para ellos una desaparición más», se lamenta Iizuka, que reprocha a los políticos japoneses que no se preocuparan de este asunto durante muchos años.
Corea del Norte se comprometió con Japón en 2014 a realizar una investigación para resolver todos los casos, a cambio de que Tokio retirara parte de las sanciones unilaterales que mantiene sobre el país, pero la iniciativa se abandonó un año más tarde.
La incógnita sobre el paradero de su hermana se mantuvo muchos años después, hasta que la exterrorista norcoreana Kim Hyon-hui, responsable del atentado de 1987 del vuelo Korean Air, señaló a Yaeko Taguchi, que tendría ahora 62 años, como su profesora de japonés en Corea del Norte.
«Si ella no regresa, nada tiene sentido. Llevamos tanto tiempo esperando…», comenta Iizuka, que agradece al primer ministro nipón, Shinzo Abe, y al presidente de EEUU, Donald Trump, la atención que han atraído en los últimos meses hacia el tema.
Trump fue el primer mandatario estadounidense en referirse a este problema durante una intervención en la Asamblea General de la ONU, después de quedar «conmovido» con el relato de familiares de secuestrados que visitaron Washington, también aprovechó su visita a Japón en noviembre para volver a reunirse con ellos.
«Sé que mi hermana está viva y también lo está Megumi y ahora noto más que nunca que el pueblo japonés quiere que se solucione el caso», añade Iizuka.
Be the first to comment