El escritor japonés Haruki Murakami ha defendido en una entrevista con medios nipones la importancia de no olvidar o alterar la memoria colectiva, según él, ingrediente esencial de la historia.
«La historia está construida a partir de la memoria colectiva, y está mal olvidarla o alterarla», explicó Murakami (Kioto, 1949) en un encuentro con la prensa convocado con motivo de la reciente publicación en Japón de su novela «Matar al comendador».
El novelista subraya esta convicción en relación a dos episodios históricos que aparecen en el libro: la anexión de Austria por la Alemania nazi y la matanza en la ciudad china de Nanjing ejecutada por el ejército imperial japonés en 1937.
Murakami defiende que a los revisionismos se les «debe plantar cara mediante la narración» y añade que se siente turbado por la xenofobia que percibe en muchas partes del mundo y también en Japón, donde las tendencias revisionistas del partido gobernante y el primer ministro Shinzo Abe están siendo criticadas desde hace años.
El escritor también habló del protagonista de la novela (un pintor de 36 años llamado Yo) y de cómo ha proyectado en él muchos de sus hábitos creativos.
La obra arranca cuando Yo se ve obligado a mudarse a una vieja casa de montaña en la que descubre un misterioso cuadro titulado «Matar al comendador», cuyo hallazgo comienza a desencadenar una serie de extraños eventos.
«No sé pintar cuadros, pero creo que la base de pintura y literatura es la misma, por lo que transferí (a la historia) mi manera de trabajar cuando escribo», afirma.
«Persigo los relatos cuando escribo, como Alicia persigue al conejo blanco. Si lo pierdo de vista, el conejo desaparecerá», detalla el escritor sobre su oficio, que encara con la actitud «de un narrador de la prehistoria, de cuando vivíamos en las cavernas».
Al hablar de tradición oral, de las historias contadas alrededor de una hoguera, Murakami considera a sus lectores como «aquellos que se sientan conmigo en torno al fuego».
El escritor también explica que ha recuperado la narración en primera persona en «Matar al comendador», un estilo con el que dice sentirse cómodo, y que, además de hablar de la sensación de pérdida, una constante en su obra, también ha querido tocar esta vez la idea de «volver a nacer».
«No tengo hijos, pero siento que me gustaría que alguien diera continuidad a mi vida», dice en ese sentido.
«Ahora que estoy en una edad en la que pienso cuántas novelas más podré escribir, reflexiono más sobre lo que voy a dejar tras de mi», sentencia. (EFE)
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