Las enseñanzas del gobierno de Alberto Fujimori (1990-2000), marcado por una corrupción generalizada que afectó a todos los resortes del poder y del Estado, no sirvieron a Perú para aprender y librarse de esa lacra, que otra vez marca la vida del país al calor de las revelaciones del caso Odebrecht.
Los escándalos, abusos y robos que golpearon al país en la década de 1990, y que llevaron a prisión tanto a Fujimori como a sus principales asociados, entre ellos Vladimiro Montesinos, no han evitado que hoy en día casi todos sus sucesores en la presidencia – Alejandro Toledo (2001-2006), Alan García (2006-2011) y Ollanta Humala (2011-2016) – se encuentren seriamente señalados por la Justicia por actos de corrupción.
El único expresidente que sale libre de estas acusaciones ha sido el ya fallecido Valentín Paniagua, quien ocupó de manera transitoria la presidencia del país durante 8 meses, tras la caída del régimen fujimorista.
Bajo la presidencia de los otros tres políticos, la compañía constructora Odebrecht pagó, según reconoció ante las fiscalías estadounidenses y brasileñas, 29 millones de dólares en sobornos a funcionarios.
La cascada de acusaciones directas de haber recibido dinero ya ha caído sobre los tres exmandatarios con todo su peso.
García y Humala están siendo investigados formalmente por delitos vinculados a la corrupción, mientras que Toledo, al igual que hizo Fujimori en su momento, se encuentra en busca y captura por presuntamente haber recibido coimas mientras se defiende desde Estados Unidos denunciando una persecución política en su contra.
«Somos culpables de tropezar con la misma piedra. Nadie aprovechó sistemáticamente las lecciones que generó el proceso anticorrupción que siguió a Fujimori. Hubo conciencia pública, el resultado judicial del fujmorismo fue auspicioso, pero no se aprendió nada ni se aplicaron las enseñanzas», se lamentó en declaraciones a Efe el abogado peruano José Ugaz, presidente de Transparencia Internacional.
Ugaz, quien fue el primer procurador que investigó a Fujimori y Montesinos, apuntó que en ese momento de la historia del Perú «hubo una oportunidad preciosa» para cambiar parte de la cultura de la coima y las corruptelas políticas que no se aprovechó, entre otras cosas, por «la irresponsabilidad de Toledo».
Según indicó el responsable de esa ONG dedicada a luchar contra la corrupción, Toledo no quiso implementar las medidas que se le sugirieron, pese a haberse presentado durante su campaña como un adalid ante los abusos y el saqueo sistemático de las arcas del Estado.
Por su parte, el periodista Gustavo Gorriti, director de IDL-Reporteros, fue aún más allá y apuntó a Efe que la actitud de los presidentes peruanos «fue directamente una burla» a todos los que lucharon «contra la dictadura cleptocrática (de Fujimori) que tuvo a la corrupción en su centro».
Gorriti apuntó que ese problema «antes que con la nación», tiene que ver con «los políticos y el sistema» instaurado en el Perú, marcado por la «hipocresía establecida» y que tienen «una realidad y un discurso muy distintos».
El periodista, quien bajo el gobierno de Fujimori fuera secuestrado y amenazado de muerte y luego trabajó con Toledo cuando éste se lanzó como candidato a presidente, apuntó que el «aprendizaje que resta ahora» es que los políticos sepan que «pueden ser descubiertos, no importa cuán sofisticados sean sus esquemas».
«Y para los ciudadanos nos queda establecer formas de control civil, que permitan saber quién es corrupto y quién no. No es fácil, requiere una ciudadanía más atenta, pero no hay otra manera», añadió.
En ese sentido, Gorriti reconoció que pese al cinismo que impregna la apreciación de la política en el Perú, donde se da por hecho que la corrupción es inevitable, existe también «un amplio grado de indignación» que exige tener «una nación limpia».
«Eso es plenamente posible, pero no se logran resultados sin persistencia y vigilancia permanente», enfatizó.
Del mismo modo se expresó Ugaz, que consideró que la desconfianza hacia los políticos es ahora un fenómeno mundial y no solo peruano, y apuntó que se deben crear «propuestas claras y estructuradas que vayan al fondo del problema» de la corrupción.
«Esto ha generado una crisis importante, y con eso se abrió una ventana de oportunidad inmensa, con posibilidades para salir del hueco profundo que es la corrupción en América Latina», acotó. EFE
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