Por Marta O. Craviotto
A pesar de que la Navidad no se festeja como tal en Japón -país principalmente sintoísta y budista-, iluminación espectacular, cenas románticas y pollo frito son los protagonistas de su particular adaptación de la festividad cristiana.
La celebración llega desde principios de noviembre a Tokio con una explosión de luz y color: millones de bombillas decoran de manera exhuberante las calles y cubren cada rincón de la capital.
«En los últimos años, las luces de Navidad (en Tokio) son una locura, increíble: me gustan mucho», dice Tanaka, de 40 años, mientras admira el suntuoso espectáculo de luz y color del complejo comercial de Midtown.
Una esfera de luz gigante de seis metros de diámetro -a veces convertida en globo terráqueo, otras simulando un extraño planeta-, es el centro de esta instalación futurista, donde más de 180.000 bombillas crean un interminable manto de luz a sus pies de 2.000 metros cuadrados.
«En los últimos años, las luces de Navidad (en Tokio) son una locura, increíble: me gustan mucho», dice Tanaka, de 40 años..
En otros céntricos barrios tokiotas la cifra de luces se dispara: los arboles y edificios de Marunochi se visten con un millón de LEDs; Roppongi saca su lado más romántico y decora árboles con 1,2 millones de bombillas rojas.
Los días 24 y 25 de diciembre son tan laborables como cualquier otro del mes, algo que, sin embargo, no impide a las parejas niponas salir a cenar en Nochebuena.
«La Navidad es para pasarla en pareja, cenar con la novia o esposa», explica a Efe Miyamoto, de 49 años.
En estas fechas, la pareja sustituye a la familia y el pavo navideño se cambia por pollo frito, en un país donde los cristianos representan apenas el 1,5 por ciento de la población.
«A nadie le importa la Navidad. Es cuando nació (Jesucristo), ¿verdad?», dice Hiroki, de 23 años.
«Cuando era niño, Santa Claus me traía regalos, y aún me sigo emocionando al recordarlo. Ahora, en lugar de eso, quedo con mi novia o mis amigos, así que todavía es emocionante», continúa Hiroki.
La cada vez más grandiosa adaptación de las fiestas navideñas llega en parte por una mayor cercanía de Japón con el resto de países occidentales.
«Cuando era niño, Santa Claus me traía regalos, y aún me sigo emocionando al recordarlo. Ahora, en lugar de eso, quedo con mi novia o mis amigos..
«Nos estamos volviendo más y más occidentales, y creo que los medios de comunicación han tenido un papel importante en este sentido», afirma Hiroki.
Aunque no se llega al nivel de ingresos de celebraciones como San Valentín o Halloween, «Japón es un mercado navideño enorme. Se cree que el negocio de tartas de Navidad, por ejemplo, supone 40 billones de yenes» (326 millones de euros) al año, explica Junko Kimura, profesora de márketing en la Universidad Hosei de Tokio.
La creación -en 1974- de la tradición de consumir pollo frito en Nochebuena le supone a la cadena de comida rápida estadounidense KFC casi 110.000 millones de yenes (unos 900 millones de euros) en apenas cinco días (21-25 de diciembre), un tercio de sus ventas anuales.
Sin embargo, Japón abandona los temas navideños en un abrir y cerrar de ojos. El día 26, las luces desaparecen y la decoración se centra en la verdadera celebración japonesa de diciembre: el fin de año, que se vive de manera especial en el país asiático.
Millones de personas acuden a los templos para dar la bienvenida a un año que esperan esté lleno de salud y prosperidad.
Sin embargo, Japón abandona los temas navideños en un abrir y cerrar de ojos. El día 26, las luces desaparecen y la decoración se centra en la verdadera celebración japonesa de diciembre..
Ciento ocho campanadas resuenan en la medianoche de fin de año. Monjes budistas tocan las campanas de los templos para simbolizar los 108 pecados humanos que existen según el budismo y que, mediante este ritual, los japoneses evitarán en el próximo año.
La primera visita del año o «hatsumode», se realiza durante los primeros días del año: se piden deseos, se queman viejos amuletos y se compran otros nuevos.
Durante tan solo cuatro días -del 31 de diciembre al 3 de enero-, unos 3 millones de personas acuden al santuario de Meiji Jingu, el más visitado de la capital.
Con el deseo de buena suerte y salud para el año que llega, campanadas, oraciones y amuletos cierran diciembre en Japón. EFE
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