Cuando el hombre pasa más tiempo con el teléfono que con su esposa
El smartphone siembra cizaña en las relaciones de pareja en Japón. Algo así podría titularse el artículo que Japan Today ha publicado para mostrar cómo los teléfonos inteligentes pueden envenenar un matrimonio en Japón.
Para ello, toma como referencia a Yoshiko, una mujer de 42 años que se casó hace seis con su esposo, un hombre de 44.
En realidad, no es que su matrimonio no funcione por culpa del smartphone. Él ya era un hombre distante y poco dedicado a cultivar la relación antes de tener uno (cuando cumplió 38 años, Yoshiko quiso tener un hijo; él se opuso). Lo que ha hecho el smartphone es empeorar las cosas.
El hombre le dedica más tiempo al teléfono que a su esposa. Está enganchado a los juegos en línea. Cuando ella se queja, el sujeto le explica que juega con otra gente, y si él no está, ellos no pueden empezar.
Una vez Yoshiko montó en cólera cuando llamó a su esposo para cenar y este apareció… dos horas después. ¿Qué estaba haciendo? Jugando, claro. El hombre comió en silencio, terminó… y volvió a jugar. Poco después, le dijo a su esposa que como quería jugar iban a comer por separado.
Cuando él está absorbido por su teléfono, no le presta atención a su mujer.
Para intentar reflotar su matrimonio, barajaron la posibilidad de viajar juntos. Él propuso Europa. “Me gusta Asia. Hemos hablado de esto antes, ¿recuerdas?”, replicó ella. “No me acuerdo”, respondió él. No hablaron más del asunto.
El antropólogo Kim Myong-Gan dice en la nota de Japan Today que pese a que estamos en la era digital, en la cual el smartphone es una necesidad social, las mujeres desean tener conversaciones reales, encuentros personales.
Por el contrario, los hombres están dominados por la tiranía digital y se contentan con intercambiar mensajes a través de sus teléfonos.
Por su parte, la consejera matrimonial Semiko Yamazaki apunta: si bien la adicción al smartphone no es motivo de divorcio, sí puede ser un detonante. Y cuenta el caso de una mujer cuyo esposo, tras perder un juego, le gritó al hijo de ambos de dos años. Preocupada por el pernicioso efecto que un padre así podría tener sobre el niño, decidió dejarlo. (International Press)