Perdió a toda su familia en la guerra, pero les enseñó a sus hijas a no odiar
Shinji Mikamo perdió a toda su familia tras el ataque atómico a Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Sin embargo, no alberga odio.
«Nada viene del odio», dice el superviviente a la bomba atómica en una entrevista concedida a Mainichi Shimbun. «Tenemos que superar el odio y seguir adelante», enfatiza el anciano de 88 años.
Tenía 19 años cuando la bomba le arrancó una parte de su vida, aunque no el espíritu generoso con el que crio a sus tres hijas.
Mikamo es un digno heredero de su padre Fukuichi, quien durante la Segunda Guerra Mundial, a contracorriente del fanatismo nacionalista imperante en Japón, le dijo: «La guerra es una idiotez. Siempre debemos tratar de ver las cosas desde la perspectiva del otro lado».
Él transmitió esa lección a su descendencia. Su segunda hija Akiko (52) se casó con un estadounidense y se mudó a Estados Unidos.
Mikamo estaba quitando las tejas del techo de su casa cuando la bomba cayó a solo 1,2 km de distancia. Sufrió quemaduras en todo el cuerpo.
Abrumado por el dolor, Mikamo le suplicó a su padre que pusiera fin a su sufrimiento. “Tú aún eres joven. Tú puedes superar el dolor, así que aguanta y mantente vivo”, le dijo.
Su papá consiguió que lo admitieran en un hospital cinco días después de la caída de la bomba. Sin embargo, su padre desapareció y nunca más supo de él. Su mamá también fue llevada a un hospital, pero murió al mes siguiente.
Su hermano mayor murió combatiendo en Filipinas. La guerra se llevó a toda su familia.
Tres meses después del bombardeo atómico, Mikamo encontró en su casa el reloj de su padre. Marcaba las 8:15 a. m., la hora en que la bomba estalló en Hiroshima.
El reloj era lo único que le quedaba de su padre. Sin embargo, alguien lo perdió (o se lo robó). En 1989, Mikamo prestó el reloj a las Naciones Unidades para una exhibición de armas antinucleares. Cuando su hija Akiko visitó la muestra, se dio cuenta de que el reloj había desaparecido.
Como era previsible, Akiko se enfadó, pero su padre, fiel a su espíritu conciliador, le dijo: “Nada viene de odiar a alguien”.
Pese a su avanzada edad, Mikamo se mantiene activo dirigiendo una empresa de electrónica. Akiko, aún a la distancia, mantiene vivo el legado familiar. En su casa de San Diego, todos los 6 de agosto, organiza una ceremonia cuyos participantes hacen grullas de papel.
«Quiero unirme a mi padre, que sobrevivió al infierno de la bomba atómica, a transmitir el espíritu de mi abuelo (Fukuichi) a la siguiente generación», le dice Akiko a Mainichi. Su hijo mayor Andrew (24) es fotógrafo como Fukuichi. Su misión –afirma él–es contribuir a la construcción de un futuro de paz. El relevo está asegurado. (ipcdigital)
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