Desde el milagro económico de la posguerra hasta el resurgimiento tras el terremoto de 2011
Ramón Abarca / EFE
Tokio volverá en 2020 a acoger unos Juegos Olímpicos después de haber sido ya la anfitriona del mayor espectáculo deportivo del mundo en 1964, cuando como ahora Japón quería demostrar que es un país con capacidad para seguir adelante tras los momentos más duros.
Si en los años 60 la capital nipona quería enseñar que era una ciudad nueva y en crecimiento tras los estragos de la II Guerra Mundial, con los Juegos de 2020 se trata de levantar el espíritu tras el devastador terremoto y tsunami de 2011.
Los responsables de Tokio 2020 explicaron desde el principio que estos Juegos tendrán un papel muy importante en el proceso de «recuperación física y psicológica» del país tras el desastre.
Una tragedia, la peor vivida por el país desde la guerra, que dejó arrasado parte del noreste del país y causó más 18.500 muertos y desaparecidos, además de la crisis nuclear de Fukushima.
Precisamente, las fugas radiactivas desde la central detectadas este verano han puesto de manifiesto que el asunto no está resuelto y ha sido el principal enemigo de la candidatura.
Mientras el Gobierno hace frente con dificultades al problema, Tokio, a poco más de 200 kilómetros de la accidentada central nuclear, se prepara ya para albergar unos Juegos que se celebrarán junto al mar y que serán ultracompactos.
Una de las ideas de la candidatura siempre ha sido modernizar el legado que dejaron los Juegos de 1964, los primeros celebrados en Asia.
Aquellos Juegos, en los que participaron 5.000 atletas de 93 países, se utilizaron para que se volviera a aceptar a Japón en la comunidad internacional y lanzar una imagen positiva de la cultura japonesa que quedó muy deteriorada después del sangriento conflicto bélico.
Se trataba de enseñar un país avanzado y moderno, y la devastada ciudad, coincidiendo con el evento deportivo, experimentó un boom urbanístico y de transporte que transformó Tokio.
La urbe más poblada del mundo sigue ahora disfrutando de una red de transporte imbatible y utilizará parte de las infraestructuras de aquellos Juegos, como el estadio olímpico.
La arquitecta Zaha Hadid ha proyectado sobre la base del histórico edificio uno nuevo, imponente y futurista, con capacidad para 80.000 personas y que acogerá las ceremonias de apertura y clausura, el atletismo, y partidos de fútbol y rugby.
Si los de 1964 fueron la muestra del denominado milagro económico japonés de la posguerra, los de 2020 pretenden también ser emblema y motor del resurgir de la tercera economía del mundo, que ahora parece que empieza a revivir después de años de estancamiento.