Abe crea Ministerio exclusivamente para impulsar el crecimiento
Andrés Sánchez Braun / EFE
Shinzo Abe asumió el miércoles el cargo de primer ministro de Japón con el reto de revitalizar la tercera economía del mundo, al borde de la recesión, mediante una batería de medidas y un cargo ministerial creado exclusivamente para potenciar el crecimiento.
El nuevo ministro portavoz del Gobierno, Yoshihide Suga, quiso subrayar esta meta primordial al anunciar la composición del nuevo Gobierno japonés.
«El primer objetivo es recuperarnos del desastre (de marzo de 2011) y también revitalizar la economía», afirmó contundente.
Ya en campaña, Abe, de 58 años y que ya fue primer ministro entre 2006 y 2007, prometió que adoptaría políticas destinadas a hacer que el producto interior bruto (PIB) del país, actualmente en recesión técnica, vuelva a crecer en torno a un 3 % anual.
Entre las medidas propuestas están la de aumentar la inversión en obras públicas, una fórmula comúnmente empleada por su formación, el Partido Liberal Demócrata (PLD), que dominó de manera casi ininterrumpida durante más de medio siglo la política japonesa hasta 2009.
Abe también aboga por que el Banco de Japón (BOJ) adopte políticas de flexibilización monetaria más agresivas y eleve su objetivo inflacionista a corto plazo (actualmente en el 1 %) hasta el 2 % para combatir la deflación endémica y lograr que el yen se abarate, lo que favorece a los grandes exportadores nipones.
El primer ministro incluso ha amenazado con revisar la ley que regula a la entidad emisora para lograr que se apruebe dicho objetivo inflacionista si la junta de política monetaria del BOJ no decide elevarlo al término de su próxima reunión, prevista para los días 21 y 22 de enero.
La presión ejercida hasta el momento parece haber surtido efecto en los mercados de divisas, donde en los últimos días el euro y el dólar se han intercambiado en sus mayores niveles en más de un año con respecto al yen.
En lo que respecta a su Gabinete, Abe eligió como vice primer ministro, ministro de Finanzas y ministro de Estado encargado de Asuntos Financieros a un peso pesado del partido, Taro Aso.
Éste ya lidió como primer ministro con la crisis financiera desatada por la caída de Lehman Brothers en 2008 y además es un aliado cercano del nuevo jefe de Gobierno.
El nuevo puesto de Ministro de Estado a cargo de la Revitalización Económica, creado por Abe exclusivamente para impulsar el crecimiento, ha recaído en otro de sus hombres de confianza, Akira Amari, político de 63 años, que fue ministro de Economía, Comercio e Industria entre 2006 y 2008.
Toshimitsu Motegi, de 57 años y exvicecanciller, fue el elegido para ocupar la cartera de Economía, Comercio e Industria, y en el recaerá la responsabilidad de empezar a dilucidar cuál será el futuro energético de Japón tras el accidente en la central nuclear de Fukushima de 2011.
El PLD se ha comprometido a estudiar durante los próximos 3 años si Japón, un país con una dependencia energética del exterior casi total, abandona o no la energía atómica.
Con respecto al cargo de ministro para la Reconstrucción de las zonas devastadas por el tsunami de marzo de 2011, Abe ha apostado por Takumi Nemoto, político de 61 años originario de Fukushima, una de las provincias más afectadas por esa tragedia y que acoge la central nuclear homónima.
Como canciller, Abe se decantó por Fumio Kishida, de 55 años, en un momento en que las relaciones con China y Corea del Sur, dos de sus principales socios comerciales, no viven sus mejores momentos a causa de las disputas territoriales que Tokio mantiene con ambos países.
Kishida fue anteriormente ministro de Estado a cargo de los llamados territorios del Norte, un conjunto de islas en la parte septentrional del archipiélago cuya soberanía a Japón le reclama a Rusia.
El nuevo primer ministro tendrá además la responsabilidad de que su partido llegue con el mayor apoyo posible a los comicios que se celebrarán el próximo mes de julio para renovar la mitad de la Cámara Alta, que en la actualidad ningún partido domina con mayoría.
Si el PLD obtuviera un número aplastante de votos en esas elecciones podría controlar las dos Cámaras de Parlamento, lo que garantizaría a Abe un enorme margen de maniobra.
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