Equipo de Joachim Löw peleará por llegar a la final con Inglaterra o Italia
Juan José Lahuerta / EFE
Alemania selló el hundimiento de Grecia, incapaz de frenar a la máquina de hacer fútbol del equipo que dirige Joachim Löw, ajeno a cualquier comparación política entre los dos países, que olvidaron la crisis del rescate con una dosis de fútbol en una Eurocopa en la que los germanos aprietan hacia el título con su pase a semifinales.
Comenzó el choque con sorpresa de Löw en su alineación. Desde la concentración alemana, en los últimos días surgieron algunas preguntas sobre el sentimiento de los jugadores que apenas tenían presencia en el equipo. El técnico germano contestó con un once novedoso. Su goleador, Mario Gómez, con tres dianas en el campeonato, tenía molestias y dejó su sitio al incombustible delantero del Lazio Miroslav Klose, que a sus 34 años todavía sigue siendo una garantía.
Por motivos técnicos, sentó a Lukas Poldolski y a Thomas Müller. Entraron dos jugadores casi inéditos, André Schürrle, que sólo había sumado 26 minutos en el torneo, y Marco Reus, que se estrenaba en la Eurocopa. Schürrle, a priori, podía sustituir perfectamente a Poldolski. El jugador del Leverkusen es un extremo veloz, con llegada y visión de juego. Su compañero es el clásico delantero rápido, hábil. Una especie de pequeño torpedo alemán.
Eso fue lo que puso sobre el césped Alemania. Una propuesta enfocada a crear fútbol con intenciones claramente ofensivas. Todo lo contrario que lo que tenía enfrente. Grecia seguía a lo suyo, a defender, a lo que realmente sabe hacer. Tampoco tiene otra opción. Por el tipo de jugadores que tiene o por la cultura histórica futbolística de su país, ese es su estilo. Y están orgullosos.
Alemania fue demasiado grande para los helenos, que pese a poner cinco defensas y esperar un contragolpe sin querer la pelota, no tuvieron ninguna opción y recibieron muchas oportunidades.
Salieron al césped del Gdansk Arena dormidos. En cuatro minutos, los hombres de Joachim Löw crearon tres claras oportunidades. Era un festival germano contra un equipo que esperaba su sentencia.
A ese ritmo, estaba claro que la maquinaria alemana tarde o temprano iba a pasar por encima de su rival. Se hizo esperar, hasta el minuto 38, cuando Phillip Lahm, con un zapatazo efectivo desde fuera del área abrió la lata.
Con Grecia remando en contra, en la segunda parte se incumplió el guión al que estaba predestinado estirando sus líneas para buscar el empate. Por lo menos, durante seis minutos, que fue lo que tardó Sami Khedira en deshacer el sorprendente empate de Samaras. El jugador del Real Madrid contrarrestó el tanto griego (de contragolpe), con una espléndida volea desde dentro del área.
Ese fue el final para Grecia, que necesitó un «rescate» que no llegó. Al revés, lo que vino fue el hundimiento definitivo. La puntilla final la pusieron Klose y Reus que con sus tantos dieron sentido al rodillo alemán, que sigue presentando su candidatura al título. El gol postrero de Grecia, de penalti, sirvió para despedir con dignidad a un equipo que llegó hasta donde mereció. (EFE)