Albert Traver/EFE
La contratación de un chamán, conocido como el «señor de la lluvia», para evitar que lloviera en actos oficiales, como la final del Mundial de Fútbol Sub’20 o la toma de posesión del presidente Juan Manuel Santos, desató la polémica en una Colombia que se enrojece por creer aún en prácticas milenarias.
El caso, que salió a la luz esta semana, ha generado tal revuelo que el presidente Santos salió al paso el jueves con bromas sobre este hecho.
«Otro indicador muy notorio de por qué el país va bien, es que llevamos una semana en los medios de comunicación debatiendo, muchos se desgarran las vestiduras, sobre si los chamanes hacen llover o no», ironizó Santos.
Ni las expectativas generadas en la presentación del estratega argentino Néstor José Pekerman como técnico nacional, con el objetivo de clasificar a la «cafetera» para el Mundial de 2014 en Brasil, ni la llegada a Colombia de una reliquia del beato Juan Pablo II, restaron protagonismo al que ya es el chamán más famoso del país.
Jorge Elías González, un campesino de 64 años, saltó a la fama al destaparse que había cobrado cuatro millones de pesos colombianos (unos 1.700 euros) para impedir que la lluvia empañara la ceremonia de clausura del Mundial Sub-20, celebrada el 20 de agosto en el Estadio Nemesio Camacho «El Campín» de Bogotá.
La lluvia ya había aguado la ceremonia inaugural en Barranquilla y estuvo presente durante todo el torneo, un factor de preocupación para los organizadores de la clausura, la Fundación Teatro Nacional, que decidieron acudir a los servicios de un viejo conocido, pues llevaban contratándolo más de diez años.
El chamán explicó a Efe que estuvo presente desde el inicio del campeonato en el parque Simón Bolívar de la capital colombiana, su «centro de operaciones», para «programar un campo magnético y controlar el tiempo con la ayuda de Dios y de la Naturaleza».
Por su parte, Ana Martha de Pizarro, directora del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá y quien contrató los servicios del chamán, también defendió la decisión: «si llueve, el evento no se habría podido realizar».
Pero el trabajo sigiloso del hechicero en el Simón Bolívar se convirtió en un asunto de controversia nacional, ya que ha llegado hasta la Fiscalía, que investiga una serie de gastos supuestamente irregulares en la organización del cierre del Mundial.
La opinión pública se centró en el chamán y se alejó así del resto de supuestos gastos irregulares, mucho más cuantiosos; por eso González se defendió: «yo hice una cosa con honestidad, a mi me pagaron una suma muy módica cuando mi obra vale una cantidad mayor y estoy tranquilo porque fui e hice mi trabajo».
Pero el caso no quedó ahí. Los medios de comunicación colombianos localizaron a González en una modesta vivienda en la aldea de Dolores, departamento de Tolima, y fue allí cuando el chamán confesó haber intercedido también para evitar la lluvia durante la investidura de Santos, en agosto de 2010, lo que enredó aún más la historia.
En esa ocasión cobró tres millones de pesos colombianos (unos 1.275 euros), pero la Presidencia alegó a través de una nota de prensa que la gestión la hizo un contratista de la campaña de Santos de forma independiente.
«Queda claro entonces que la Presidencia de la República no giró, ni ha girado un solo peso al señor Jorge González», enfatizó el Gobierno para desmarcarse del chamán y culpar así al subcontratista, quien al parecer lo hizo por «propia iniciativa».
Pese a la extravagancia del suceso, para lo que ha servido este caso es para sacar a la luz el uso de la hechicería en un país en el que las precipitaciones hacen acto de presencia de forma abundante e inesperada y dejar en evidencia a los poderes públicos por recurrir a las prácticas milenarias.
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