Messi, su malhumor y el “gol de mierda”

Cuando la Pulga se molesta, empiezan los problemas para Argentina


Lionel Messi (foto www.leomessi.com)

El gesto de fastidio de Lionel Messi tras el empate a uno con Bolivia propone un nuevo escenario para la selección argentina de fútbol en la Copa América, porque si él no está a gusto todo podría complicarse en la Albiceleste.

Es un buen chico, es el mejor jugador del mundo, es embajador de Unicef, un hijo ejemplar y todo indica que un buen vecino en su barrio, pero hay algo que le pone de mal humor, especialmente cuando juega con la selección, al punto de llegar a decir que el de Bolivia fue «un gol de mierda».

Es lo más duro que se le ha escuchado decir desde que le han puesto un micrófono delante en su corta y a la vez intensa carrera de futbolista.


Messi se refería a un disparo defectuoso de Edivaldo Rojas que dio en un tobillo de Ever Banega, quien desvió su trayectoria, secó al meta Sergio Romero y provocó que el balón pasara con pocas ganas la línea de sentencia, con lo cual Bolivia abrió el marcador.

Un gol en propia meta de esos que la FIFA no registra porque le disgusta que los marquen los jugadores del mismo equipo que los padecen, debido a lo cual se le ha atribuido a Edivaldo.

Un verdadero gol de mierda, una mueca del destino para un equipo que intentaba atacar y ganar y al que Bolivia controlaba con una defensa escalonada de manera perfecta.


Messi estaba fastidioso porque las cosas no salían, como tantas veces le ha sucedido con Argentina, y por eso tuvo un roce con el defensa boliviano Ronald Raldes, quien aprovechó la ocasión para mostrar ante los ojos del mundo que para él Messi es un jugador como cualquier otro.

En otras ocasiones el rosarino miró al árbitro uruguayo Roberto Silvera y con cara de pocos amigos le reclamó el hecho de que haya cortado de manera insólita una jugaba tras pitar una supuesta falta suya en ataque.


Cuando salió de los vestuarios le entregaron un premio al mejor futbolista del partido, ante lo cual ‘La Pulga’ miró el objeto con cara de preguntarse «¿Y esto qué es?», mientras intentaba asegurarse de que no se tratara de una broma.

Parece que Messi entiende que en estas competiciones americanas las cosas son distintas a las europeas, donde se puede practicar eslalom con el balón en los pies sin sufrir raspaduras en los codos y en las pantorrillas.

Sospecha que cuando tiene la pelota irán a por él y a por ella al mismo tiempo, que los árbitros pitan sin rigurosidad, sólo para salir del paso, y, por sobre todas las cosas, que la selección podría estar tocada por una mano negra, a juzgar lo que sucedió en los dos mundiales que disputó y en la Copa América anterior, la de Venezuela.

Poco más, o nada, tiene que demostrar para haya unanimidad en que se trata del mejor jugador del mundo. Pero a Messi le fastidia que las cosas no le salgan como en el Barcelona. Todo es cuesta arriba con los albicelestes, y eso le molesta.

Se pone de mal humor, aunque no parezca tener nada contra nadie de su entorno. Y lo único que le falta a la selección Argentina de Sergio Batista es que Messi esté así.

«Estamos buscando la forma de rodear a Lío lo mejor posible», dijo Javier Zanetti tras el partido con Bolivia, como si se hubiera dado cuenta de que, de mal humor, «La Pulga» juega menos y el equipo nada. (Enrique Escande / EFE)


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