Los choques que sufrieron para adaptarse a Japón los han dejado impotentes y pasivos, hay que liberarse de esas cadenas y abrirse hacia el futuro.
Por Nélida Tanaka
Consulta: «Tengo miedo de regresar al Perú, pienso inscribir a mi hijo en el mismo colegio donde estaba antes, pero han pasado muchos años y sus compañeros deben estar cambiados. La pasamos mal cuando llegamos aquí, todo tan diferente, me despidieron de la fábrica porque me criticaron que no trabajaba bien, a mi hijo también lo hostigaron cuando recién entró, antes era más abierto y entrador, ahora lo noto cohibido, tímido, me dice que no quiere regresar, ya no quiere pasar lo mismo de antes, pero no nos queda otra salida. Yo también tengo miedo hablando sinceramente, tengo mis familiares allá pero una tiene que hacer sola sus cosas, ¿podré volver a acostumbrarme?»
Respuesta: Hay un cuento que dice, la rana una vez que sale fuera del pozo nunca más podrá retornar a ser la misma. Así es como el psiquiatra brasileño Decio Nakagawa nos habla del «síndrome del regreso», el choque al constatar que la realidad no es como uno la esperaba, la gente y los alrededores cambian, uno mismo ha cambiado, sin darse cuenta uno ya no tiene la misma mentalidad de antes, todo esto causa dificultades de readaptación; hay desilusión, amargura, tristeza y duelo por lo perdido, no sólo de lo que uno esperaba reencontrar en el país, sino también de lo que ha dejado en el Japón, lo cual puede dar lugar a síntomas físicos y afectivos, como la depresión, desgano, angustia, irritabilidad, aislamiento. Todos éstos son pasos en el proceso de aceptar la nueva realidad.
Por otro lado, tanto su hijo como usted tuvieron momentos duros en el pasado, se encontraron con una cultura, idioma y costumbres muy diferentes, vivieron la dificultad de adaptarse a un ambiente totalmente distinto. Qué duro para su hijo haber sufrido hostigamientos, qué choque habrá sido también para usted el ser despedida, todas estas experiencias han debido dejar huellas profundas en ustedes, tan profundas que pueden dejarnos atados al pasado, sintiéndonos impotentes y pasivos.
Jorge Bucay en «Recuentos para Demián» nos relata sobre el enorme elefante que estaba atado a una estaca minúscula que con el menor esfuerzo podría jalar del suelo donde estaba clavado y escapar libremente, pero no lo hacía. El elefante de pequeñito trató una y otra vez de zafarse de la estaca que lo aprisionaba, pero fue en vano porque no tenía la suficiente fuerza en ese entonces, tanto que al final desistió y se resignó a la idea de «NO PUEDO».
Muchas veces las experiencias pasadas nos dejan como este elefante, nos queda el sentimiento de que «no puedo» cuando en realidad no es así. Si despertamos a nuestra nueva condición y capacidad, podemos liberarnos de las cadenas del pasado, ¡vale la pena tratar para abrir futuros nuevos!
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