
La invasión de Rusia a Ucrania ha reavivado el debate sobre las garantías de seguridad otorgadas a Kiev tras la disolución de la Unión Soviética. En una tensa reunión a finales de febrero con el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, el mandatario ucraniano Volodimir Zelenski exigió garantías de seguridad tras un eventual cese al fuego. Su reclamo tiene raíces en un acuerdo firmado hace tres décadas: el Memorando de Budapest.
Este acuerdo, suscrito en 1994 por Ucrania, Estados Unidos, Reino Unido y Rusia, estableció el compromiso de respetar la independencia y la integridad territorial de Ucrania a cambio de que el país entregara su arsenal nuclear. Sin embargo, el documento no incluyó la palabra «garantía» en términos de defensa, sino «promesa», una diferencia que hoy resulta crucial.
Uno de los diplomáticos estadounidenses que participó en la negociación, Steven Pifer, explicó en una entrevista con el diario japonés Mainichi las razones detrás de esta decisión terminológica. «Si Estados Unidos hubiera hablado de ‘garantía de seguridad’, habría significado un compromiso militar, similar al que tiene con los países de la OTAN, Australia o Japón», indicó. Sin embargo, ni la administración de Bill Clinton ni la de su predecesor, George H. W. Bush, estuvieron dispuestas a ofrecer tal nivel de compromiso.
Pifer recordó que en aquel momento la política de Washington era evitar la proliferación nuclear tras la caída de la Unión Soviética. «Había armas nucleares en Rusia, Ucrania, Bielorrusia y Kazajistán, y la prioridad era reducir ese número. Rusia, que poseía la mayoría de las ojivas, fue reconocida como el único sucesor nuclear de la URSS», explicó el ex diplomático.
UN ACUERDO SIN MECANISMOS DE RESPUESTA
El Memorando de Budapest estableció que los firmantes respetarían la soberanía de Ucrania y no ejercerían presión económica o militar sobre el país. Sin embargo, Pifer admitió que el documento no preveía medidas en caso de incumplimiento. «El memorando estipulaba que, si había una violación, los cuatro firmantes debían reunirse y discutirlo. Pero cuando Rusia anexó Crimea en 2014 y Ucrania convocó al grupo a consultas, el ministro de Exteriores ruso, Serguéi Lavrov, ni siquiera se presentó», relató.
Este vacío en el acuerdo se hizo aún más evidente con la invasión rusa a gran escala en 2022. «En su momento, tanto Estados Unidos como Ucrania subestimamos la posibilidad de que Rusia violara el acuerdo. Si Kiev hubiera previsto este escenario, habría exigido condiciones más estrictas. Pero eso también habría puesto en riesgo la firma del pacto mismo», reflexionó Pifer.
UN ERROR DE CÁLCULO HISTÓRICO
Pifer también reconoció que los negociadores de los años 90 fueron «cortos de vista» al suponer que las políticas del entonces presidente ruso, Borís Yeltsin, serían continuadas por sus sucesores. «En 1991, tanto Yeltsin como el gobierno ucraniano acordaron las fronteras. No imaginamos que un futuro líder ruso cuestionaría ese acuerdo», admitió.
Con la guerra en Ucrania aún en curso, el Memorando de Budapest es visto hoy como una promesa incumplida. Para Kiev, la falta de una garantía efectiva de seguridad ha sido una lección dolorosa que puede repetirse por presión del presidente estadounidense, Donald Trump. (RI/AG/IP/)
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