Moka, donde comenzó el Fenómeno Dekasegi, celebró 35 años de los peruanos en Japón – 2

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«VUELOS DEJANDO UN DÍA»

Moka, ubicada a 100 km de Tokio, famosa por sus sembríos de fresas y sus trenes antiguos, recibió desde los primeros meses de 1989 a la primera legión de nikkeis peruanos. Desde aquí, aquellos inmigrantes eran enviados hacia otras prefecturas.


«Desde Lima salían vuelos dejando un día con 200 personas a bordo con destino a Japón», recordó Nancy Matsuda, actual periodista de International Press y presentadora de Súper Tokio Radio. Acababa de graduarse de la escuela de turismo cuando ingresó a la agencia de viajes Inoue Travel y estalló la fiebre por Japón en la colectividad nikkei peruana.

«Inoue Travel enviaba a la gente y en Japón una contratista los recibía», contó Nancy, quien también emigró ese mismo año.

 


César Hosaka y Luis Okabe, pioneros

JOSÉ OKABE Y CÉSAR HOSAKA, PIONEROS

Los peruanos César Hosaka (60) y Luis Okabe (54) son parte de esa historia. Partieron de Lima en los primeros vuelos organizados por la agencia Inoue y desembarcaron en la ciudad de Moka. El domingo estuvieron presentes en el auditorio de Kobelco.

«Cuando vi el anuncio de este evento por los 35 años de la llegada de los peruanos a Japón, me dije: ‘ese soy yo’ y vine», declaró Luis Okabe. Tenía 18 años cuando subió al avión como parte del grupo número 33, que era la manera en que la agencia organizaba a los viajeros para las reuniones de coordinación y el vuelo.


César Hosaka llegó a Japón algunas semanas antes que Luis e hizo parte del grupo número 11, es decir que arribó a Moka en el primer mes del «Fenómeno Dekasegi».

«Teníamos la visa técnica de entrenamiento de seis meses. Y en mi caso, tuve que regresar a Perú una vez para poder entrar a Japón nuevamente», narró César.


¿DÓNDE QUEDA MOKA?

– ¿Qué recuerdas de los momentos previos a la salida de Lima y la llegada a Moka?, les consultamos a ambos. «La pregunta era: dónde queda Moka», dijo César entre risas.

«Lo que más me impresionó al llegar -contó Luis- fueron las tiendas de motos. Pasaba frente a una de ellas y ¡puuu!, era como si estuvieras viendo a una chica y ¡paaa! me iba a ver. Acá me quedo, me dije».

La pasión por Moka no sólo fueron las motos, sino también los carros. Luis afirma haber tenido, en sus 35 años en Japón, 36 vehículos.

KADOS EN CAJA FUERTE

César rememoró aquellos tiempos en que no había momento más preciado que hablar por teléfono con Perú: «Las cabinas de teléfono internacional no estaban cerca (de donde vivíamos), teníamos que ir en bicicleta. Nos despertábamos a la 1:00 de la mañana y a las 2:00 estábamos haciendo cola para llamar».

«No hablábamos cinco minutos. Se extrañaba. Teníamos que llamar a la enamorada, a la familia y comprábamos los kados (tarjetas) de 5.000 yenes y el de 10.000 yenes. Había una tienda donde el dueño tenía los kados de teléfonos ¡en caja fuerte!. Éramos los primeros extranjeros que llegaban a la ciudad y el señor de la tienda se asustaba», recordó César.

MI SUEÑO, MI FAMILIA

– ¿Cuál es su sueño?, preguntamos. Los dos tienen proyectos en distinta medida. Luis posee una aptitud como artesano, capaz de elaborar finas figuras en cerámica y además le interesa montar un negocio relacionado a carros.

Sin embargo, César se imagina una jubilación tranquila junto a su esposa, una peruana por quien profesa un amor que lo emociona de solo expresarlo. Quiere dedicarse a sembrar la tierra sin ninguna obsesión comercial.

¿Y el sueño? «Mi sueño ya ha llegado: es mi familia, mi esposa, la mujer ideal a quien respeto y quiero. Gracias a ella soy lo que soy porque yo no he tenido una infancia buena. Yo me la he buscado. Me mandaban a vivir con mis tíos, pero no es familia. Nunca he tenido a mis papás y a mis hermanas juntos. Todos éramos separados… por eso digo que logré lo que soñaba», expresó César conmovido.

Por eso también, César ve en Luis, el amigo con quien iniciaron la gran historia de vida en Japón, a un hermano menor «a quien los mayores cuidaron» y en algunas cosas formaron.

En el ejercicio de memoria, 35 años después, salieron los apellidos de algunas personas con quienes compartieron los primeros tiempos en Moka: Ricardo Nakao, que ahora es gerente de Philippine Airlines, Roberto Kinoshita, César y Marcos Kumazono de Barranca, Manuel Yara, un señor ya mayor, que falleció hace un tiempo, quien era «el que nos cocinaba», entre tanto otros.

Algunos de ellos quizá se frecuentaban en Perú, pero tanto César como Luis, aseguran que la mayoría se conoció en el avión hacia Japón y en el bus hacia Moka. «Los fines de semana hacíamos una chanchita y cocinábamos para todos. Eso era como una familia», concluyó César antes de tomar su cámara fotográfica para cumplir su papel como voluntario en la escuela de español «Amauta», cuyos niños bailaron en el homenaje a los pioneros de la migración peruana a Japón. (RI/AL/International Press)

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