Práctica ilegal en Japón beneficia a vietnamitas “desaparecidos”, agentes y empresas de construcción

Trabajador vietnamita en Japón.

 

En junio de 2022, un vietnamita que trabajaba en un sitio de construcción en la prefectura de Hyogo fue llevado a un hospital en ambulancia después de sufrir un golpe de calor.


Los bomberos, que operan los servicios de ambulancia, llamaron a la policía, que descubrió que la tarjeta de residencia del trabajador era falsa y que el hombre era en realidad un aprendiz “desaparecido”.

En Japón es común que los aprendices extranjeros huyan de sus trabajos (por salarios impagos, explotación, etc.) en busca de otros destinos laborales. Cuando salen del radar de las autoridades japonesas son declarados como desaparecidos.

La policía investigó al extranjero y a través de él llegó a un agente intermediario que contrata a vietnamitas fugitivos, revela Asahi Shimbun.


El agente tenía bajo su ala a alrededor de 20 aprendices vietnamitas que habían huido de sus trabajos y que él había despachado a empresas de construcción en Hyogo como “trabajadores temporales”.

El intermediario fue arrestado este año.

El agente falsificaba tarjetas de residencia para que los vietnamitas pudieran trabajar.


Debido a su situación (personas que han huido de sus trabajos), los vietnamitas son “fáciles de manejar”, dijo el intermediario a la policía. “Como no tienen a dónde ir trabajan duro”.

Uno de los vietnamitas que acogió, un hombre de 27 actualmente detenido por violar la ley de inmigración, aterrizó en Japón en abril del año pasado para trabajar en una empresa de construcción en la prefectura de Shimane.


Trabajaba nueve horas al día, pero su salario neto era de apenas 110.000 yenes (822 dólares).

Mucho trabajo para tan poco dinero. ¿Qué hizo? Se escapó.

A través de allegados, conoció al agente de Hyogo, quien le dio una tarjeta de residencia falsa y le consiguió trabajo en una compañía de construcción donde trabajaba tantas horas como antes, pero ganaba entre 200.000 y 220.000 yenes (1.494-1.644 dólares) al mes, el doble.

“Estaba feliz porque podía enviar dinero a mis padres”, dice.

Esta práctica ilegal -advierte Asahi- beneficia a todas las partes: a los extranjeros, que consiguen un trabajo mejor remunerado; a los intermediarios o agencias de empleo, que ganan por cada trabajador que despachan; y a los compañías de construcción, que sufren una fuerte escasez de mano de obra.

El 65,6 % de empresas de construcción en Japón no tiene suficiente personal, según un sondeo realizado en enero por la firma de investigación Teikoku Databank.

Estas compañías necesitan a personas como los vietnamitas “desaparecidos”, aunque eso implique hacerse la vista gorda. (International Press)

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