Hija de miembros de la Iglesia de la Unificación: “Les daría a mis padres un cero en paternidad”

Iglesia de la Unificación

 

Continúan apareciendo en Japón testimonios de personas cuyos padres fueron o son miembros de la Iglesia de la Unificación y que consideran que esta arruinó sus vidas.


Una japonesa en la treintena confiesa a Mainichi Shimbun que tiene miedo de preguntar cuánto dinero donaron sus padres. Calcula que fueron varias decenas de millones de yenes.

La mujer recuerda que cuando era niña solía comer sola porque sus papás estaban fuera de casa realizando actividades de la Iglesia.

Su plato “principal” era miso (pasta de soja) que untaba sobre un arroz de baja calidad, que a veces tenía guijarros o insectos.


Sus papás no le compraban juguetes ni le permitían ver populares programas como “Sailor Moon” y “Crayon Shin-chan”.

Cuando una vez protestó, sus padres la abofetearon y le dijeron: “Eres corrupta”, “satanás te va a agarrar” y “vas a ir al infierno”.

Su desconfianza hacia la Iglesia fue aumentando hasta que dejó de creer en ella. No obstante, fingió que seguía creyendo para ser aceptada por sus padres.


Todos los días recitaba mantras y los domingos se despertaba a las 4:30 a. m. para ir a la iglesia.

“Le daría a mis padres un cero en paternidad”, dice. Sin embargo, tiene sentimientos encontrados, pues si no hubiera sido por la Iglesia, ella no habría nacido (sus papás se casaron en una de las bodas masivas de la organización religiosa).


Por suerte, la mujer pudo reconciliarse con su madre y la recuerda con cariño.

Cuando la mujer estaba en la veintena, su mamá comenzó a alejarse de la Iglesia y ambas dejaron la casa familiar.

La japonesa se mudó con su mamá lejos de su papá, que aún pertenece a la Iglesia.

Su madre reconoció el daño que le había hecho a su hija por su fanatismo religioso. “Lamento haberte sofocado. Has pasado por momentos difíciles, ¿no es así?”.

Escuchar estas palabras de su mamá fue una liberación emocional para la mujer.

Su madre murió hace unos años por una enfermedad.

“Los últimos cinco años que pasé con mi mamá fueron mis momentos familiares más felices”, dice.

Antes de morir, su madre le advirtió: “Tu padre podría irrumpir en tu casa, pedirte dinero o incluso matarte. Debes esconderte”.

La mujer se esconde de su padre, pero se preocupa por su vejez.

“Me preocupa quién cuidará de mi papá cuando envejezca. Los grupos religiosos no deberían exigir donaciones hasta el extremo de llevar a los seguidores a una situación desesperada”.

Con respecto al asesino de Shinzo Abe, Tetsuya Yamagami, que culpa a la Iglesia de la quiebra económica de su familia, la mujer dice que no concibe la idea de matar a un ser humano, pero admite que ella también alberga rencor hacia la Iglesia y que esta arruinó a su familia.

“Las religiones a veces se aprovechan del deseo de las personas de confiar en algo cuando se sienten vulnerables o han perdido a sus seres queridos. Quiero que la gente entienda que cualquiera podría estar en una posición como la de Yamagami”, concluye. (International Press)

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