No se esperaban grandes cosas de la Asamblea General de la Comunidad Económica de América Latina y el Caribe (CELAC) celebrada en México con la presencia de casi todos los presidentes de los países del área. Quizás alguno que otro encontronazo con Maduro, como sí ocurrió con las claras y directas intervenciones de los presidentes de Paraguay y Uruguay que ratificaron su desconocimiento del gobierno de Maduro y su carácter no democrático.
Se esperaba lo más usual: discursos por orden alfabético de los países, con presidentes diciendo prácticamente lo mismo de siempre en este tipo de reuniones internacionales, así como la intervención cubana en contra de la OEA, organismo que, como se sabe, expulsó a Cuba en los primeros años de la revolución.
La sorpresa la dio el propio anfitrión, el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. En plena reunión de un organismo de carácter latinoamericano y caribeño, el pragmático AMLO, como cariñosamente le llaman sus paisanos, no pronunció nunca, ni una sola vez, las palabras “América Latina y el Caribe”. Habló simplemente de “América”.
Para no dejar ni una sola duda, repitió que el ámbito de las relaciones entre todos los presentes debe incluir a Estados Unidos y a Canadá, sus socios geográficos de América del Norte. Qué habrán sentido varios de los mandatarios presentes que acuden a la Asamblea de la CELAC, precisamente, contra los Estados Unidos.
La afirmación de López Obrador vuelve a plantear el histórico objetivo de la integración latinoamericana, un fracaso bicentenario a pesar de muchos intentos en distintos momentos económicos y de políticos e ideológicos.
En sus discursos, casi todos los presidentes mencionaron los procesos vividos en la construcción de la Unión Europea, pero más allá de lo parecido en el nombre (Comunidad Económica…) no se fijan en las grandes diferencias de los dos procesos. El de Europa comenzó con la unión en la producción, con participación directa de los estados y de las empresas.
En América Latina siempre los intentos se basan en la ideología, generalmente más cercana a gobiernos de izquierda y siempre, también, contra la hegemonía de EEUU en la región. Una vez más en la CELAC se sigue con lo mismo.
Recordemos que en Europa, con dirigentes políticos y económicos de gran prestigio, fueron avanzando a lo largo de muchos años: en 1951 conformaron la Comunidad Europea del Carbón y del Acero, CECA; en 1957, se firma el Tratado de Roma y la Comunidad Europea de Energía Atómica; en 1960 la Asociación Europea de Libre Comercio, EFTA; En 1961 LA Política Agraria Común; en 1968 el arancel común y la Unión Aduanera; se llega a 1979 con la aprobación del Sistema Monetario Europeo (de donde nacerá el Euro) cuando comienza, ahora sí, la unión política entre los países miembros con el desarrollo conocido posterior.
Es decir, 50 años de avances en lo económico para dar el salto político e ideológico basado en los Derechos Humanos y en la democracia.
Entre nosotros es al revés, una discusión ideológica, con raíces comunes culturales y de identidades originarias y latinas, sin reconocer un proyecto económico común y sin partir de las relaciones permanentes del conjunto de la región con los EEUU, especialmente si se analiza a México y a los países del Caribe y, como cualquiera lo puede ver, sin representación auténtica de las organizaciones sociales y productivas.
¿Tendremos o no nuevos y grandes líderes democráticos a nivel político, social, empresarial, que puedan enrumbar a las sociedades de América hacia una unidad continental? ¿Será el pragmatismo de López Obrador el que señale el camino? ¿Se unirán a un proyecto común los ciudadanos organizados y los empresarios de nuestros países? ¿Cambiaremos nuestra manera de entender la integración o se seguirá cumpliendo la triste profecía de Simón Bolívar: ”en nuestra América, hacer una revolución es como arar en el mar”.
*exAlcalde de Villa El Salvador.
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