Restaurante en Okinawa solo atiende a extranjeros; rechaza a japoneses por sus “malos modales”

El restaurante de ramen en Okinawa (Fuji TV)

El 1 de julio, Akio Arima, propietario de un restaurante de ramen en la isla Ishigaki, un popular destino turístico en Okinawa, tomó una insólita decisión: prohibir la entrada a los japoneses.

Arima, de 42 años, ha colocado en la entrada de su negocio un cartel que dice:


A los clientes japoneses

Los modales de los turistas japoneses han ido empeorando progresivamente año tras año, por eso no permitiremos que los clientes japoneses coman en nuestro restaurante hasta después de septiembre.

Solo aceptaremos clientes del extranjero. Nos disculpamos con los residentes y clientes japoneses que han comido aquí, y pedimos su cooperación.


Estamos pensando en reanudar el servicio regular a partir de octubre.

¿Qué quiere decir exactamente Arima cuando sostiene que los modales de los turistas japoneses están empeorando?

El sitio SoraNews24 explica que el restaurante de Arima es chiquito (tiene ocho asientos). Con tan poco espacio, el hombre tiene ciertas reglas que, para que nadie diga que no está avisado, especifica en letreros.


Una de ellas es que cada cliente debe pedir un tazón de ramen. Sin embargo, hay japoneses que comparten un solo plato, con lo cual puedes tener a dos personas, ocupando dos asientos, consumiendo un solo tazón de ramen y quitándole espacio a otro posible cliente.

El restaurante tampoco permite que sus clientes lleven comida o bebidas compradas afuera. Tampoco permite bebés o niños pequeños.


Pese a las advertencias escritas, hay clientes japoneses que las incumplían. Y cuando el personal les recordaba que estaban infringiendo las reglas, los japoneses se enojaban. Resultado: los trabajadores que hacían arubaito en el restaurante renunciaban para no tener que aguantar a clientes malhumorados o maleducados.

Arima trabaja solo ahora.

El propietario del restaurante asegura no haber tenido mayores inconvenientes con los turistas extranjeros, muchos de los cuales llegan en cruceros provenientes de Hong Kong o Taiwán.

Ahora bien, Arima está pagando las consecuencias de su drástica decisión. Su clientela ha bajado tanto que un día solo tuvo dos clientes. Y, como era previsible, ha recibido muchas quejas.

Sin embargo, el hombre asegura que aunque su nueva política es difícil desde el punto de vista económico se mantendrá firme en su propósito de no atender a sus compatriotas. Con tan pocos clientes, le sobra el tiempo, que piensa dedicarlo a “relajarse” y limpiar su local. (International Press)

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