Su muerte ha causado un profundo impacto en la sociedad japonesa, más aun cuando los medios japoneses han dado a conocer que si las autoridades encargadas de proteger a niños como Mia hubieran actuado con eficacia, probablemente ella estaría viva.
Mia murió el mes pasado, pero se sabía desde noviembre de 2017 que su padre abusaba de ella.
La misma niña lo reveló en un cuestionario que realizó la escuela donde entonces estudiaba a sus alumnos.
La municipalidad de Noda publicó una copia de las respuestas de la pequeña. Un funcionario explicó que decidieron hacer público el cuestionario debido a que el padre de la víctima niega los abusos a su hija.
Mainichi Shimbun reproduce un extracto: «Mi padre me despierta en mitad de la noche, y cuando estoy despierta, me patea y me golpea. Profesor, ¿puede Ud. hacer algo?».
El profesor habló con Mia y esta le detalló los abusos (todo eso también quedó apuntado): la golpeó diez veces con el puño; la pateó en la cabeza, la espalda y el cuello; le tapó la boca y la presionó contra el piso, y le hizo lo mismo a la mamá de Mia en Okinawa (la familia de la madre de la niña es de esta prefectura).
La escuela se comunicó con las autoridades de la ciudad, que pusieron el caso en un centro de consulta infantil, que la tuvo temporalmente bajo su custodia. Sin embargo, después permitió que la niña volviera a casa de sus padres, donde siguieron abusando de ella.
Mia, además, fue traicionada. El cuestionario que respondió en la escuela era confidencial. Sin embargo, cuando su padre supo de la existencia del cuestionario exigió que le entregaran una copia.
La junta educativa de la ciudad inicialmente se negó a entregarle la copia. No obstante, intimidado por la actitud beligerante del padre, un empleado accedió a darle el documento. El abusador llevaba con él una carta de “consentimiento” de Mia, en la que supuestamente ella daba su autorización para que le entregaran la copia a su papá. (International Press)
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