Hijo de madre boliviana: nació en Japón y solo habla japonés, pero el gobierno lo quiere deportar

Inmigración

Ghassemi Farhad tiene 16 años. Nació y creció en Japón. Su padre es iraní y su madre, una nikkei boliviana. Solo habla japonés. Apenas entiende el farsi y el español, los idiomas de sus padres.

Su vida es y siempre ha sido Japón. Sin embargo, su permanencia en Japón es ilegal. Tiene la nacionalidad iraní y podría ser deportado a Irán.


Ghassemi quiere que le den la oportunidad de explicar en un tribunal porque solo puede vivir en Japón, pero el gobierno japonés se niega a escucharlo, según Mainichi Shimbun.

El chico lleva ocho años en «liberación provisional», desde que su familia perdió una batalla judicial en 2010 contra una orden de extradición del gobierno.

Japón también quiere deportar a su padre Seyfollalah Farhad (50) y a su madre Liliana Nagata (49). Su papá entró a Japón en 1992 y en 2008 fue arrestado por permanecer de manera ilegal en el país.


Debido a su situación legal, el chico necesita permiso de la Oficina de Inmigración para salir de Kanagawa, donde estudia en un koko. Cuando sus amigos le dicen para ir a pasear a Tokio, se niega con la excusa de que sus padres son estrictos y no le dan permiso. No puede decirles que está como ilegal en Japón.

El adolescente presentó una demanda en el Tribunal de Distrito de Tokio en enero de este año para solicitar la anulación de la orden de extradición de 2010.

El abogado del menor, Takeshi Ohashi, dice que el papá desea que al menos las autoridades permitan a su hijo quedarse en el país. “Es impensable que Ghassemi, que solo habla japonés, viva en Irán», afirma.


El padre del chico está actualmente detenido en un centro de inmigración de Ibaraki (el mismo en el que un hombre de India se suicidó).

El hombre se siente culpable por la situación de su retoño. “Mi esposa y yo forzamos a esta vida a nuestro único hijo», dice el iraní, que tiene problemas para dormir debido a dolores de cabeza y zumbidos en los oídos.


«Si mi hijo se ve obligado a ir a un país donde nunca ha vivido, o no entiende el idioma, todo el trabajo que ha hecho en la escuela habrá sido en vano. Mi hijo es mi tesoro. Que solo me deporten a mí es como dejar una parte de mi cuerpo aquí, pero es por mi hijo», dice Seyfollalah, que solo puede ver media hora al mes a su esposa e hijo.

¿Cómo sería la vida de Ghassemi en un país musulmán como Irán? Mainichi explica que el chico no tiene religión, mientras que su mamá es cristiana. El papá sí es musulmán. Sin embargo, su hijo podría ser perseguido en Irán si no se adhiere al islam. «Japón es el único lugar donde esta familia puede vivir a gusto», remarca el abogado.

Ohashi quiere que a su joven cliente le den la oportunidad de hablar. «Queremos mostrar cuán profundamente está enraizado en Japón, donde nació y creció», dice el abogado. «Extraditarlo a Irán es inimaginable».

El abogado cree que el testimonio del adolescente conmovería al juez y demostraría que el gobierno de Japón está violando sus derechos humanos al tratar de deportarlo a Irán.

Los abogados del gobierno, sin embargo, consideran que la intervención del menor es innecesaria porque no hay discusión sobre los hechos. Durante una sesión que se realizó en agosto, el juez tampoco se mostró favorable a la participación del chico. No obstante, aquella vez no se tomó una decisión final.

Al final de la audiencia, el abogado del menor declaró: «Al gobierno no le importa cuántos amigos tenga o cuánto esté acostumbrado a la vida en Japón. El Sr. Farhad nació y se crio en Japón, y no eligió ser un residente ilegal. ¿No estaría mal que lo enviaran a un país donde enfrenta una posible persecución y una ruptura familiar?”.

La próxima audiencia se llevará a cabo el 2 de octubre en el Tribunal de Distrito de Tokio. (International Press)

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