El escritor freelance Kenji Ayase tenía 25 años cuando retornó a la casa de sus padres porque no ganaba lo suficiente para vivir por su cuenta. 7 años después, sigue con ellos. Los dos millones de yenes (16.800 dólares) que gana al año (en el umbral de la pobreza, de acuerdo con los estándares japoneses) le impiden independizarse.
Pese a su complicada situación, Ayase declara a Japan Times que se considera afortunado en comparación con otros jóvenes con dificultades económicas porque él se lleva bien con sus padres.
«A diferencia de muchos otros en mi situación, tengo una muy buena relación con mis padres», cuenta. Sus papás, ambos sexagenarios, aún trabajan y son económicamente autosuficientes.
«Pero si no te llevas bien con tus padres, es probable que te pelees con ellos y tengas que salir de su casa a pesar de que hacerlo signifique que te conviertas en un homeless de la noche a la mañana», añade.
Ayase está lejos de ser un caso excepcional. Es uno entre decenas de miles de trabajadores japoneses que no tienen más remedio que vivir con sus padres, según Japan Times. Es eso o quedarse en la calle.
El gobierno debería ayudar a esta gente otorgando, por ejemplo, susidios de vivienda o poniendo a su disposición viviendas públicas de bajo alquiler, sostienen los críticos, para quienes este tipo de políticas son fundamentales para combatir la pobreza juvenil.
Una encuesta realizada por la filial japonesa de Big Issue Foundation, una organización que vela por personas sin hogar, halló que el 77 % de los jóvenes solteros de bajos ingresos en Japón vive con sus padres.
La obsesión paterna por estar al tanto de los más nimios detalles de su vida lo empujaron a dejar de socializar para evitar sus cuestionamientos.
El estudio abarcó a 1.767 solteros de 20 a 39 años con ingresos anuales por debajo de los dos millones de yenes. Muchos de ellos eran desempleados o trabajadores no regulares.
Sin embargo, vivir con los padres puede ser muy estresante.
Takashi Sato tiene 37 años y es empleado de una compañía en Tokio. Habiendo vivido con sus controladores y autoritarios padres toda su vida, dice que es estresante estar cerca de ellos.
Sus padres lo controlan al milímetro como si fuera un niño. Quieren saberlo todo. Qué hace, por qué hace lo que hace, si sale dónde estuvo, etc. La obsesión paterna por estar al tanto de los más nimios detalles de su vida lo empujaron a dejar de socializar para evitar sus cuestionamientos.
«Me siento como si estuviera bajo su constante vigilancia. Puedes pensar que es una pequeña cosa como para quejarse, pero realmente me agota», confiesa.
Sin embargo, con un ingreso anual de alrededor de cuatro millones de yenes (33.600 dólares), Sato está lejos de ser pobre. No obstante, él se resiste a vivir solo porque piensa que a los 37 años es demasiado tarde para iniciar una nueva vida. (Se queja de sus padres, pero si quisiera podría vivir solo. Además, ¿es muy tarde iniciar una nueva vida a los 37 años? Ni que tuviera 90).
Las tensas relaciones entre padres e hijos y las crisis nerviosas como consecuencia de la forzada convivencia son comunes, dice Takanori Fujita, trabajador social y activista contra la pobreza.
«Los jóvenes que quieren salir de la casa de sus padres pero no pueden están comprensiblemente frustrados. Como resultado, muchos de ellos sufren de una variedad de trastornos mentales y algunos incluso se vuelven violentos con sus familias», afirma en una entrevista con Japan Times.
Eso no es todo. Fujita sostiene que el aumento de jóvenes económicamente dependientes podría provocar que la tasa de natalidad en Japón continúe cayendo.
Japón es uno de los pocos países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que no ofrece beneficios de vivienda a los pobres. En comparación con Reino Unido, Francia u Holanda…
La encuesta de Big Issue reveló que casi el 80 % de los jóvenes que viven con sus padres son pesimistas con respecto a sus perspectivas de matrimonio; incluso algunos están convencidos de que son «incapaces» de casarse.
Volvamos a Sato, el hombre de 37 años que gana cuatro millones de yenes anuales. Él dice que vivir con sus padres hace que sea difícil encontrar una novia. Las potenciales parejas que encontró a través de una agencia matrimonial lo desdeñaron cuando se enteraron de que vivía con sus papás, lo que podría ser tomado como señal de dos cosas: o es un vago que vive a expensas de sus padres o depende emocionalmente de ellos.
Uno de los expertos que participó en la encuesta, el profesor de estudios de política de vivienda de la Universidad de Kobe, Yosuke Hirayama, afirma que Japón va a la zaga de otras naciones industrializadas en la ayuda a sus jóvenes pobres para que se independicen.
Japón es uno de los pocos países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) que no ofrece beneficios de vivienda a los pobres. En comparación con Reino Unido, Francia u Holanda, por citar algunos países, la disponibilidad de vivienda pública en Japón es muy baja.
Hirayama revela que las políticas de vivienda en Japón apuntan básicamente a las familias de clase media, dejando casi nada a los jóvenes adultos de escasos ingresos.
La falta de la ayuda del gobierno a los jóvenes solteros parte de la premisa de que están bien pagados y no necesitan beneficios, dice.
En otros tiempos, cuando la economía nipona estaba en auge, era fácil para los graduados universitarios conseguir un trabajo estable y a tiempo completo. Así las cosas, casarse y formar una familia no era tan difícil como ahora.
En estos tiempos de estancamiento económico, eso es cosa del pasado. Se estima que el 36,6 % de los menores de 35 años son trabajadores no regulares.
Por su parte, Tsuyoshi Inaba, cofundador de la agencia de apoyo a homeless Moyai, declara que el gobierno necesita reformar su política de vivienda para ayudar a que los jóvenes se independicen.
«A medida que los padres envejezcan, su situación económica será más difícil y llegará un momento en que ya no podrán permitirse el lujo de cobijar a sus hijos adultos», advierte. (International Press)
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