«Las voces de los pájaros de papel» se levanta contra la censura y el miedo
A punto de cumplirse 70 años del primer ataque nuclear de la historia sobre Hiroshima, aún son muchos los relatos de este drama que permanecen inéditos ante el silencio impuesto por la censura o el miedo y a los que un documental quiere ahora dar voz.
La obra, dirigida por la profesora Silvia Lidia González de la Universidad de Estudios Internacionales de Kanda (KUIS) y titulada «Las voces de los pájaros de papel», busca mostrar una perspectiva más amplia sobre lo que hay «debajo del hongo atómico» y plantear así nuevas reflexiones, cuenta a Efe la académica mexicana.
El primer episodio del documental, que está en fase de edición y se podrá ver en el Instituto Cervantes de Tokio el próximo diciembre, da voz a «gente que no tuvo oportunidad de hablar» dentro del colectivo «hibakusha».
Este es el nombre que reciben los supervivientes de los ataques nucleares en Hiroshima y Nagasaki, los cuales, a causa de la desinformación orquestada por las autoridades en torno a los efectos de las bombas, han sido en Japón marginados y tratados como víctimas de una enfermedad contagiosa.
«Los que dan voz al drama de los «hibakusha» (cuyo número actual anda entre 180.000 y 190.000) pueden ser apenas 100″ por ese miedo a la discriminación que ha mantenido a la mayoría en la sombra, explica González.
El segundo episodio brinda los dictámenes del sector académico sobre las estrategias de desinformación que han rodeado «no solo a las armas atómicas si no también a la energía nuclear» desde 1945.
Parte del germen de este documental viene del libro de González «Hiroshima, la noticia que nunca fue», (Editorial Venezolana, 2004).
El volumen es un exhaustivo estudio de cómo el silencio y la manipulación impuestos sobre los medios de comunicación en la época por los Gobiernos japonés y estadounidense impidieron que el primer ataque nuclear de la historia, «que debió ser la noticia de mayor impacto en el siglo XX», llegara a ser verdadera primicia.
Para ello, González buceó en busca de material desclasificado en los Archivos Nacionales de Washington, en la Biblioteca del Congreso estadounidense, en la Biblioteca Nacional de la Dieta nipona o en las valiosísimas compilaciones de textos censurados de la Colección Prange que aloja la Universidad de Maryland.
«Es imposible contabilizar el volumen de material que fue censurado. Son miles de cajas en las que uno se encuentra desde cartas que nunca llegaron a su destino hasta artículos que no pasaron una primera criba o que fueron retirados estando ya en galeradas», detalla la académica.
En Japón, del silencio inicial impuesto por el Gobierno Imperial, donde solo se mencionaba un «nuevo tipo de bomba» y se obvió el uso del término «atómico», se pasó, tras la rendición, al código de prensa impuesto casi de inmediato por la ocupación estadounidense el 19 de septiembre de 1945.
Pese a no incluir una cláusula concreta sobre los bombardeos atómicos, evitó la circulación de todo contenido que en su momento se consideró crítico con el Comando de las Fuerzas Aliadas liderado por el general Douglas MacArthur.
Esto, explica González, incluyó la censura en Japón hasta el fin de la ocupación (1952) de revistas médicas en lo relativo a los efectos que tuvo la radiación de las bombas en la salud de aquellos que sobrevivieron los ataques.
La tercera parte de la obra explora el exilio forzado de muchos «hibakusha» y la cuantiosa producción cultural que los bombardeos generaron en regiones como Iberoamérica, donde muchos artistas cubrieron, en forma de novela, canción o poema, el vacío generado por la censura «para llegar a la conciencia de la gente», recuerda González.
Como hilo conductor del documental se ha optado por una historia que enlaza con un drama más actual: las reflexiones de una joven de Fukushima cuyo abuelo, un «hibakusha» de Hiroshima, desapareció engullido por el tsunami de marzo de 2011 que arrasó su región y desató allí uno de los peores accidente nucleares de la historia.
«Hasta 2011 esta chica nunca había pensado realmente en lo que vivió su abuelo. Y ahora el miedo de la gente en Japón a lo nuclear ha retornado con Fukushima», una tragedia en la que González intuye «que también se ha ocultado información».