Con la muerte del esposo llega la liberación para algunas japonesas

Sin ataduras, viudas viven la vida que siempre quisieron



El 62 % de las viudas en Japón asegura ser feliz, según un sondeo publicado por la revista Josei 7. ¿Feliz? Otra revista, Shukan Post, toma el relevo y averigua por qué.

Una sexagenaria, que enviudó hace una década, cuenta que su esposo fue el único hombre en su vida hasta que murió. Ya viuda, conoció a un hombre diez años menor que ella. Fue como un regalo caído del cielo. “Por primera vez en mi vida disfruté realmente del sexo”, enfatiza. Todavía están juntos.


Otro caso. El difunto esposo de Yumi, una viuda de 50 años, era un salaryman de alto vuelo. Vivía solo para el trabajo. ¿Ella? Ama de casa. Ambos residían en un complejo de viviendas de la empresa de él. Sus vecinos eran los colegas de su cónyuge y las esposas de estos. Cuando su esposo murió, lo primero que Yumi hizo fue mudarse. Le hizo mucho bien. Fue un alivio alejarse de ese mundo. Hubo más cambios: se tiñó el cabello, se aficionó a la decoración de uñas y se compró una minifalda. “Esto es vida. Esto es lo que me he perdido todos esos años (de casada)”, dice.

Un tercer caso. En un barrio en Tokio vivía una pareja de ancianos que parecía la encarnación del amor, siempre juntos, pegados como siameses, como compañeros inseparables de ruta.

La mujer enviudó. Sin embargo, en vez de hundirse en el dolor decidió apostar por la vida: superada la etapa de duelo, abrió un bar. “Puedo hacer lo que quiero”, dice feliz. Era algo que siempre había querido hacer. Por eso ahorraba en secreto. Con la viudez llegó la libertad.


La escritora Ryoko Ozawa, de 76 años, asegura que todas las viudas que conoce volvieron a florecer, como si despertaran a una segunda juventud, cuando sus esposos murieron. “No conozco viudas tristes”, remarca.

“Muchas mujeres sacrifican sus vidas por el trabajo en el hogar, la crianza de los hijos, el cuidado de sus padres ancianos y sus suegros. La muerte de sus esposos es como una liberación. Libres al fin. Ellas viajan, van al teatro, juegan golf”, le dice Ozawa a Shukan Post.


No todo en la vida de las viudas es alegría, por supuesto. Josei 7, el medio que publicó la encuesta, preguntó a las viudas qué era lo más duro que tenían que enfrentar debido a su condición. ¿Cuál fue la respuesta más mencionada? ¿La soledad? ¿El compañero ausente? No. Las dificultades económicas.

Por lo expuesto, quizá a los hombres les convendría averiguar si sus esposas están satisfechas con la vida que llevan, si tienen sueños que han aplazado o relegado por el matrimonio y –como sostiene Japan Today, que publica la encuesta y la investigación– preguntarse si detrás del rostro amable de la esposa que aparenta estar contenta no hay una mujer que ansía su libertad para vivir por fin la vida que sueña. (ipcdigital)

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